jueves, 22 de septiembre de 2011

Garra Rufa (Segunda parte.2)

La rabia se podría haber apoderado de nuevo de Lester Sadowski ante los gritos ensordecedores de su prisionero Jared MacAlister. Pero en vez de eso, una mueca extraña de sonrisa surgió en el rostro del viejo Papi Garra Rufa. Ya eran apenas unos centímetros lo que separaban al aterrorizado Jared MacAlister de aquel loco, y el joven pudo ver como de pronto aquel demente de las tijeras, Lester Sadowski, se agachaba a la altura del pie de la cama.

-¡Socorroooooo!!!! ¡Socorro!!! ¡Irinaaaaaa, tienes que hacer algo, jodeeer!!!!- siguió gritando a pleno pulmón un enrojecido Jared MacAlister, en un nuevo intento frustrado de conseguir una aliada.

Sin embargo, no hubo señal de respuesta y la puerta de la estancia no se abrió. Jared MacAlister y Lester Sadowski estaban solos en aquel dormitorio y así continuaría siendo irremediablemente… Sin sentarse esta vez en su hueco de la cama, el viejo Sadowski se limitó a acercar ambos filos de las tijeras a la altura de las expuestas y vulnerables plantas de aquellos pies descalzos del pobre Jared MacAlister. Ante esa nueva amenaza, a Jared MacAlister se le paralizaron todos los músculos y bien tenso, ni siquiera movió ni un solo dedo de sus grandes pies desnudos mientras que ahora el siniestro Papi Garra Rufa los empezaba a seguir con las tijeras, rozando el frío metal con la blanda piel de las plantas.

-¡Nooo…, noooo…, nooo…, por favor!- suplicó el desesperado Jared MacAlister a su captor con un hilo de voz que casi no le salía de la garganta.

Lester Sadowski subió un poco más el filo de las tijeras, divirtiéndose en su interior aunque no demostrándolo de cara a su prisionero. El metal de las tijeras seguía tocando cada arruga de las plantas de los pies descalzos del joven Jared MacAlister, pero ahora encontrándose cada vez más cerca de los largos e indefensos dedos de esos pies. Y al final, las tijeras llegaron a rozar las bolitas de ambos dedos gordos de los pies desnudos de Jared MacAlister, primero una y después la otra, de manera que la punta de las tijeras se clavó débilmente sobre la piel en ambos dedos y sin la fuerza suficiente como para que le hubiera hecho herida o sangre. Solo era una amenaza, unos tocamientos, una tortura psicológica de la que Lester “Papi Garra Rufa” Sadowski estaba disfrutando como un niño. De hecho, el viejo Sadowski prosiguió su juego con las tijeras acercándolas al último dedo -el pequeño- y al penúltimo -y siguiente- del pie izquierdo desnudo del prisionero. Y entonces y sin dudarlo, Lester Sadowski abrió bien las tijeras y atrapó entre sus filos aquellos dos deditos del pie izquierdo del descalzo y horrorizado Jared MacAlister. El sudor caía sobre la frente del pobre Jared MacAlister más que nunca y ya ni siquiera le salían las palabras mientras veía como dos de los dedos de su pie izquierdo, el pequeño y el de al lado, se encontraban atrapados entre los filos de las tijeras… Aquel loco secuestrador solo tenía que presionar y los filos se cerrarían del todo sobre los deditos y los cortarían…, de eso Jared MacAlister era del todo consciente. La amputación podría ser inminente… Pero en lugar de eso, Papi Garra Rufa acabó por retirar las tijeras de encima de aquellos dos deditos del pie izquierdo de Jared MacAlister, a los que había estado rodeando, aprisionando e intimidando como si de la auténtica espada de Damocles se tratara.

-¿Qué pasa, Jared?- empezó a jactarse Lester Sadowski al mismo tiempo que se levantaba de al lado del pie de la cama y se volvía a poner en movimiento –¿Te pensabas que te iba a cortar esos deditos de tus pies desnudos y olorosos? Serían un buen souvenir, sí, los dedos de tus pies, todos ellos…, pero no voy a usar estas tijeras para eso, no.

Y no pasó ni un segundo y Lester Sadowski ya se encontró en el lado izquierdo de la cama, apuntando con las tijeras hacia su verdadero objetivo. Después de los calentamientos, llegaba la hora de la verdad y, a causa de su rapidez felina, Papi Garra Rufa pilló a Jared MacAlister casi desprevenido cuando le comenzó a cortar con las tijeras la camisa a cuadros azul y blanca de manga corta, justamente por la zona de la manga y bajando hacia el cuello. Ante aquello, el pobre Jared MacAlister volvió a tener una súbita subida de adrenalina y con furia y horror gritó al pervertido que le rasgaba la camisa:

-¡Mi ropaa!!! ¡Cabrón…!!!! ¡Qué cojones estás haciendo!!! ¡Me estás destrozando la ropa, puto subnormal!!!

En efecto, era lo que Lester Sadowski estaba haciendo. De hecho, desde la manga de la camisa a cuadros azul y blanca ya había llegado a la altura del cuello del joven Jared MacAlister, cortándole también de paso el tirante de la camiseta blanca sin mangas de debajo. Entonces, con sus gruesas y ásperas manazas, Lester “Papi Garra Rufa” Sadowski solo tuvo que retirar las telas cortadas hacia abajo y dejó el pálido, fibrado y varonil hombro izquierdo de Jared MacAlister al descubierto, como si desde luego el chico fuera ahora una especie de Tarzán. Ni tan siquiera los insultos hicieron cabrear a Lester Sadowski que, con una sonrisa de oreja a oreja, se desplazó al lado derecho de la cama y cortó con las tijeras la manga derecha de la camisa a cuadros azul y blanca, tal y como había hecho con la de la izquierda y rozando el voluptuoso bíceps del chico hasta llegar –descendiendo- al cuello. Otra vez, camisa y camiseta quedaron rasgadas completamente por el hombro –el que faltaba- y Lester Sadowski repitió la acción de bajar con las manos ambas telas y dejar de ese modo el hombro derecho del sensual Jared MacAlister también a la intemperie. Sin embargo, en esta ocasión el viejo Sadowski rompió su jovial silencio y le desveló al indignado Jared MacAlister:

-Esta ropa que me llevas no te va a servir de nada, muchachote. Te voy a dejar como tu mamá te trajo al mundo, desnudo. Así que ya lo sabes… Y mantente quieto si no quieres que te corte esa piel tan blanquita, Jared.

La manaza de Lester Sadowski acarició por un instante el hombro derecho del secuestrado Jared MacAlister, notando su calidez y suavidad. El horrorizado Jared MacAlister se retorció entero en un gesto de repelús y, cerrando los puños para contenerse en lo que tenía ganas de hacer, le exclamó con rebeldía a Papi Garra Rufa:

-¡Noooo!!!! ¡No puedes hacerme esto!!! ¡Suéltame, déjame ir, joder! ¡Yo no soy marica y no quiero ni que me toques, bujarra, ni mucho menos que me desnudes!!! ¡Suéltame, hijo de puta, venga!!! ¡Desnuda a tu hija, haz lo que te dé la gana con ella pero a mí déjame en paz!!

Con la situación controlada y teniendo a su chico secuestrado de los nervios, a Lester Sadowski ya no lo alteraba nada y, sin dejar de sonreír, respondió divertido:

-¡Jared, Jared! Muchachote, qué tonto eres. Si ya hago lo que me da la gana con mi hija… Pero ahora me apetece hacerlo contigo. No cada día se tiene a un yogurín machote y de pies preciosos, enormes y apestosos para uno solo.

Jared MacAlister tuvo que contar mentalmente hasta diez para no escupirle en la cara a aquel depravado, de lo cual tenía ganas desde que se le había acercado para cortarle la ropa. Sin embargo, el indefenso Jared MacAlister ni tan siquiera se pudo seguir moviendo porque Lester Sadowski prosiguió con su emocionante tarea y puso las rodillas sobre la cama para cortar esta vez la camiseta blanca interior por el centro. El viejo Sadowski empezó el corte a la altura de la cintura y del ombligo y fue subiendo, y subiendo…, hasta que partió por la mitad la semicircunferencia del cuello bajo de la pieza de ropa. Entonces, Lester “Papi Garra Rufa” Sadowski solo tuvo que apartar y retirar las telas cortadas y hechas jirones de la camisa a cuadros azul y blanca y de la camiseta blanca interior sin mangas, empujándolas hacia fuera y dejándolas tiradas de cualquier manera por el suelo. Y así, en pocos segundos Jared MacAlister se encontró con el torso totalmente desnudo, cosa que lo llevó a chillarle al viejo Sadowski en forma de amenazas:

-¡Te arrepentirás de esto, joder! ¡Yo te habré intentado mangar pero al final no hice nada y tú sí!! ¡No puedes secuestrarme y encima pretender dejarme en porretas…! ¡La pasma se ocupará de ti, te lo juro!!!

De nuevo, Lester Sadowski pasó de enfadarse ante las provocaciones del prisionero. Eso sí, los labios de Papi Garra Rufa esbozaron una mueca de sonrisa de satisfacción, sin llegar a abrirse en una hipotética sonrisa menos disimulada. Y es que lo que el viejo pervertido estaba viendo lo maravillaba por completo: el torso desnudo de Jared MacAlister era tirando a pálido, pero largo y a la vez musculado y fibradamente masculino. De hecho, a pesar de la delgadez general del joven Jared MacAlister, los bíceps y demás músculos de los brazos se le marcaban asombrosamente, al igual que en aquel torso blanquito lo hacían los pectorales y los abdominales de más abajo, los cuales incluso dibujaban a la perfección sus tabletas de chocolate. En efecto, Jared MacAlister ejercitaba y cuidaba su cuerpo a conciencia, de igual modo que sin duda se ocupaba de depilarse todo el torso porque en él, Lester Sadowski no vio ni rastro de vello, ni siquiera en la zona abdominal donde se encontraba el sensual y bonito ombligo del joven. Tan solo en las axilas, y tal y como Papi Garra Rufa había medio observado antes, Jared MacAlister tenía unas islitas de vello rubicundo, recortado y no demasiado abundante.

-¿Estás en forma…, eh chavalote? Eso me encanta…- empezó a comentar Lester Sadowski a la vez que ahora reseguía con su mano los abdominales marcados del atlético Jared MacAlister.

-¡Para!!!! ¡No me toques…, deja de manosearme, viejo asqueroso!!!- interrumpió Jared MacAlister a su captor, el cual ya subía la mano hacia arriba y acariciaba los fornidos pectorales al chico.

La respiración de Jared MacAlister se tornó más acelerada y tanto sus pectorales marcados como sus desarrollados músculos abdominales subían y bajaban al paso de la manaza de Papi Garra Rufa. El viejo, aparte del movimiento muscular del joven Jared MacAlister, notaba su piel cálida, sudorosa y firme, pero a la vez suave. Pronto, el dedo de Lester Sadowski resiguió el pezón izquierdo y rosado del asqueado Jared MacAlister, que volvió a retorcerse de cuerpo entero al sentir un gran escalofrío de repugnancia. Aunque aquellos movimientos frenéticos no echaron para atrás a Lester Sadowski, que acercó los labios y esta vez cambió de lado y de objetivo y besó repetidamente el pezón derecho del pobre e indefenso Jared MacAlister.

-¡Nooo!!! ¡Marica de mierda…!!! ¡Paraaa!!!- gritó a pleno pulmón Jared MacAlister lleno de rabia y asco en partes iguales, mientras que Papi Garra Rufa ahora se dedicaba a chuparle y rechuparle el pezón derecho al cual ya se había cansado de sólo besuquear.

A medida que pasaban los segundos, Jared MacAlister iba notando con profundo desagrado como su pezón derecho estaba cada vez más húmedo de saliva de viejo repugnante. Además, el cosquilleo hacía moverse inquieto al joven Jared MacAlister, limitado por sus ataduras pero pudiendo contraer con fuerza y a la vez los diez dedos de sus grandes y sensuales pies descalzos. Al menos aquello no duró demasiado y Lester Sadowski levantó la cabeza para entonces dirigir su nariz a la axila derecha del pobre chico secuestrado, Jared MacAlister.

-¡Mmmmh!! ¡Olor puro y genuino a machito sudado…! No es muy fuerte…, pero se nota que no te has echado desodorante en los sobacos…, ni tampoco en tu fornido pecho depilado, ¿eh Jared?- se burló excitado Lester “Papi Garra Rufa” Sadowski, al mismo tiempo que su napia rozaba tanto la piel como el vello de aquella axila derecha del inmovilizado Jared MacAlister.

Acto seguido, el viejo Sadowski resiguió con la nariz parte de los pectorales de Jared MacAlister, pasando por encima de sus rosados, bonitos y varoniles pezones. Luego, no satisfecho aún con ello y reincorporándose de encima de la cama, Lester Sadowski metió un dedo dentro del ombligo del desconcertado e inquieto Jared MacAlister y empezó a refregar y refregar por el interior del orificio. Cuando sacó su dedazo, Papi Garra Rufa se lo acercó a la nariz y olisqueó los efluvios de sudor estancado del monísimo ombligo del joven Jared MacAlister.

-¡Ooooh!!! Tus olores corporales son del todo apetitosos, Jared, desde los de las plantas de tus pies desnudos hasta los de tu ombliguito- expresó en voz alta Lester Sadowski lo que sentía por las emanaciones del cuerpo de su “juguete inmovilizado”.

-¡Cállate, puto imbécil!!! ¡Esto es de piraos!!- le chilló Jared MacAlister a su captor, sintiendo de nuevo un arrebato de ira por aquella situación surrealista, y a la par aterradora, que estaba viviendo.

Por su parte, Lester “Papi Garra Rufa” Sadowski decidió seguir con su cometido, ya que nunca había abandonado las tijeras que sujetaba con una mano: la que se había perdido los tocamientos. Y es que todavía quedaba el “gran misterio” y Lester Sadowski exclamó al mismo tiempo que, sin abandonar las tijeras, le desabrochaba el cinturón oscuro de la cintura a Jared MacAlister y lo lanzaba luego al suelo:

-Ya va siendo hora de que vea lo que tienes ahí debajo, Jared.

Y sin perder ni un segundo, Papi Garra Rufa se posicionó de nuevo por la zona del pie de la cama y le empezó a cortar a Jared MacAlister la pernera derecha de sus pantalones tejanos de color azul oscuro, a la altura del tobillo desnudo y subiendo hacia la rodilla y más arriba…, mientras que el chico –el desesperado e incómodo Jared MacAlister- le suplicaba en un tono menos beligerante al viejo:

-¡Nooo, joder, no sigas!! ¡Por favor, deja que me largue…! ¡No sigas con esta mierda!

Pero Lester Sadowski contestó al joven Jared MacAlister con el silencio y la indiferencia. De modo que siguió con el corte de la pernera derecha de aquellos tejanos hasta que llegó a la cintura, partiendo por completo la tela de ropa por la mitad en aquel lado y medio mostrando ya parte de los calzoncillos boxers de color azul marino -y con ribete gris por la cintura- que Jared MacAlister llevaba debajo. Y entonces, la mano del viejo Sadowski se ocupó de apartar levemente las telas cortadas de aquella pernera derecha de los tejanos del indefenso Jared MacAlister, no sin antes reparar en lo ligeramente abultado del bolsillo derecho. Sin poderse resistir a la curiosidad, pronto Lester Sadowski ya estaba sacando del bolsillo las ganzúas, que tiró despreocupadamente al suelo, y algo más que mantuvo más tiempo en su mano: una bolsita pequeña de plástico repleta de “hierba”.

-¡Vaya, vaya! ¡Si al pequeño Jared le gusta fumarse algún que otro porrito!- empezó a mofarse Lester Sadowski, en un tono de voz burlón y sacando una última cosa del bolsillo –¡Y no te has dejado ni el papel de liar, muchachote!

Algo pasó por la cabeza de Jared MacAlister: pensó que tenía una oportunidad. Así que recuperando un tono conciliador, el joven Jared MacAlister le contó a su captor:

-Oye, si te interesa, te puedo conseguir más a muy buen precio, el mejor. Conozco a un camello de toda confianza. Incluso si quieres, yo cubro todos los gastos…, la pago yo y a ti te sale gratis. Solo tienes que soltarme y parar con esto. Ya verás que es material de primera calidad. ¡Pruébalo, vamos, es dabuti!

Entonces, Lester Sadowski miró en silencio a su prisionero, hasta que con total desprecio se decidió a tirar al suelo tanto el papel de fumar como la bolsita de plástico con su contenido incluido, claro. El viejo Sadowski ni se dignó a hablar y solo se preocupó de continuar cortando ahora la pernera izquierda de los pantalones tejanos de Jared MacAlister, desde el tobillo del chico hasta la cintura.

-¡Nooo, nooo, nooo, mierda!!! ¡Joder, paraaa!! ¡Si no quieres droga, habrá otra cosa que te pueda conseguir sin que me tengas que hacer esto…!- insistió Jared MacAlister a Papi Garra Rufa mientras que éste le separaba ya con las manos las telas cortadas por completo de la pernera izquierda y hacía algún que otro corte más a los tejanos para partirlos del todo en dos piezas y facilitar así su retirada.

Y es que aquello ya estaba hecho. A continuación, Lester Sadowski empujó hacia fuera las telas tejanas cortadas tanto de por encima como de por debajo del cuerpo atado de Jared MacAlister y las lanzó al suelo junto al resto de jirones de ropa. Al fin, el joven y amarrado Jared MacAlister estaba en calzoncillos sobre aquella cama de matrimonio. Lester “Papi Garra Rufa” Sadowski le podía ver ahora al atractivo prisionero la totalidad de unas piernas delgadas y largas, pero a la vez bien tonificadas y suficientemente musculadas. Además, aquellas bellas y masculinas piernas de Jared MacAlister en efecto estaban cubiertas de un vello rubicundo, no demasiado largo y abundante porque el chico no debía ser de por sí muy peludo. Aquel vello terminaba por abajo a la altura de los tobillos atados del joven Jared MacAlister, coincidiendo casi con la marca de diferencia de bronceado de la piel que indicaba ahora claramente –y a pesar del cinturón de halterofilia- que sus pies descalzos eran aún más pálidos que sus piernas, ya bastante blancas de por sí. Aunque a Lester Sadowski hubo algo más que lo maravilló y excitó sobremanera… Un “bulto” de tamaño considerable era lo que tenía y ocultaba Jared MacAlister bajo sus calzoncillos boxers, bastante ceñidos a su fantástico cuerpo. Aquellos calzoncillos eran efectivamente de color azul marino, con un ribete gris rodeando toda la cintura donde se podía leer en letras también azul marino -por la parte delantera- que eran de la marca Calvin Klein. Manteniéndose sentado en un hueco del lado derecho de la cama de matrimonio, el viejo Sadowski palpó con una mano y durante unos segundos el muslo desnudo de Jared MacAlister -con el objetivo de incomodar aún más al chico- y con la otra manaza dirigió las tijeras hacia la tela azul marino y gris de los boxers mientras advertía en voz alta:

-Ni pestañees, Jared. Estate bien quieto mientras te saco a tijeretazos esos calzoncillos boxers tan pijos. No queremos que ocurra ninguna castración accidental…, ¿verdad?

-¡Mierda!! ¡Qué te has creído…!! No, nooo, no puedes. ¡Para ya! ¡Ya está bien, joder! ¡Déjame…, déjameee!!!- exclamó Jared MacAlister bien en tensión cuando las tijeras de su secuestrador empezaban ya el corte de los calzoncillos boxers, mediante el mismo procedimiento usado antes con los pantalones tejanos para separarlos en dos partes.

De modo que bien pronto, Lester Sadowski tuvo hechos todos los cortes necesarios, se pudo guardar sus prácticas tijeras de nuevo en el bolsillo y solo necesitó empujar hacia un lado las telas de los boxers, de delante y de detrás, para así retirarlas y lanzarlas al suelo. Y entonces, el pobre Jared MacAlister ya se encontró totalmente desnudo ante aquel viejo pervertido, sin poder dejarle ya nada oculto a su enfermiza imaginación. Los ojos ávidos de lujuria de Lester “Papi Garra Rufa” Sadowski fueron inspeccionando progresivamente los atributos de Jared MacAlister. Una isla de pelo rubio oscuro bien recortado -centímetros más allá del ombligo- era el único vello púbico que el joven Jared MacAlister tenía. Entre ese vello bien arreglado, entre pelo y pelo dorado, el viejo Sadowski vislumbró un sexy y pequeño lunar. Y debajo de la franja de vello, Jared MacAlister tenía las joyas de la corona: el pene en aquellos momentos flácido yacía decantado a la derecha sobre el muslo y, debajo, el escroto totalmente afeitado y libre de pelos quedaba bien a la vista e imponente. Con profunda admiración, Papi Garra Rufa comprobó que el pene en reposo de Jared MacAlister era considerablemente grande, con el grosor suficiente y con una largura que superaba sin duda la media, tanto que sobre el muslo derecho lo recorría en varios centímetros. Y eso que aquel gran pene no estaba erecto… Pero pese al asombroso descubrimiento, el primer objetivo del viejo verde fue la sonrosada bolsa escrotal del indefenso Jared MacAlister, la cual palpó y agarró notando su calidez sudorosa y los dos testículos en su interior.

-¡Cabrón…!! ¡Marica de mierdaaa!! ¡Deja de toquitearme los huevos!!! ¡Me das asco…, estás enfermo!!!- gritó Jared MacAlister con furia y nerviosismo crecientes.

Entonces, Lester Sadowski sonrió ampliamente enseñando sus siniestros dientes amarillos. Sin embargo, el viejo paró sus toqueteos al escroto del desnudo e inmovilizado Jared MacAlister y por sorpresa cogió del suelo uno de los dos restos rasgados de los calzoncillos boxers azul marino y con ribete gris marca Calvin Klein, los delanteros que habían cubierto los genitales del chico. Y sin pronunciar palabra, Papi Garra Rufa se pasó la tela por la nariz, esnifando a fondo los casi imperceptibles rastros de olor a orina. A continuación, el pervertido secuestrador volvió a lanzar al suelo la tela azul marino -y gris en el ribete- de los calzoncillos boxers Calvin Klein y, de forma ansiosa, acercó la nariz esta vez directamente al escroto y a la punta del pene del joven Jared MacAlister, comprobando así a qué le olían los genitales al chico: a sudor con un ligero toque, casi indetectable, a pipí.

-¡Mmmmmmh!!! ¡Qué olor más rico sale de tus cojones, Jared!!- pronunció Lester Sadowski en voz alta justamente lo que pensaba.

Al oír aquello, Jared MacAlister se retorció rabioso sobre la cama, intentando soltarse de las esposas y/o del cinturón de halterofilia…, todo en vano. Paralelamente, Lester “Papi Garra Rufa” Sadowski no tardó ni milésimas de segundo en dejar de olisquear y acto seguido cogió con la mano el pene del asqueado Jared MacAlister. El viejo levantó el pene lacio del joven Jared MacAlister hacia arriba, sujetándolo entre los dedazos de su áspera y ruda mano. La diversión estaba asegurada, según pensaba Lester Sadowski, que ahora miraba fijamente y desafiante al desesperado y cabreado Jared MacAlister mientras le tenía cogido su gran pene como si fuera un juguete de su propiedad. Para el pobre Jared MacAlister fue demasiado y le chilló loco de ira a su captor:

-¡Hijo de putaaaaaa!!!!!! ¡Suéltame la polla!!!! ¡Me las vas a pagar, marica asqueroso…, bujarra de mierdaaa!!!! ¡Cabronazo hijo de putaaaaaaaaa!!!!!!!!

Las consecuencias deberían de haber sido medidas…, pero Jared MacAlister estaba demasiado enfurecido y fuera de sí. Por ese motivo, el joven Jared MacAlister no dudó en levantar levemente el cuello y la cabeza y, a continuación, escupir hacia el rostro del viejo Sadowski. Sin duda, el victorioso y entusiasmado Lester Sadowski no se esperaba el escupitajo de Jared MacAlister y no lo pudo esquivar de ninguna manera. La saliva del gapo del secuestrado y desnudo Jared MacAlister fue a parar de lleno a la frente y casi al ojo izquierdo de Papi Garra Rufa. Y de forma inmediata, el semblante de Lester “Papi Garra Rufa” Sadowski cambió por completo: su sonrisa se heló y desapareció, apretó los labios muy serio y miró a su prisionero con unos ojos inyectados en sangre, llenos de odio psicótico, mientras que se pasaba su mano libre por la frente para limpiarse las babas del escupitajo. Ahora la respiración del pobre Jared MacAlister estaba muy acelerada y el corazón le iba a cien, tanto por el esfuerzo realizado a la hora de gritar y resistirse a los tocamientos como por el nerviosismo al comprender que se debería de haber aguantado las ganas de escupirle a aquel energúmeno, tal y como había logrado desde hacía varios minutos. El sentimiento de arrepentimiento de Jared MacAlister se mezcló con un temor creciente y su cuerpo desnudo empezó a temblar entero a medida que veía como, de momento en silencio, Lester Sadowski lo fulminaba con una mirada asesina que se volvía más amenazadora por momentos. Además, estaba el terrible factor de que el viejo Sadowski todavía tenía agarrado el vulnerable pene de Jared MacAlister y no lo soltaba… ¿Le haría daño? ¿Lo estrujaría? ¿Se lo podría llegar a arrancar? El indefenso Jared MacAlister pasó a sentir un miedo atroz, como nunca antes lo había sentido, y ni siquiera las palabras le salían de la garganta. Tampoco hubiera servido de nada que Jared MacAlister se hubiera tratado de justificar. La situación estaba fuera de control y Lester Sadowski era una auténtica bomba de relojería, totalmente impredecible… Tanto que a Jared MacAlister le sorprendió el hecho de que el viejo Papi Garra Rufa soltara su pene de sopetón y se levantara de la cama para acercarse más a él, a su rostro.

-Parece que todavía no te has enterado, niñato maleducado- se empezó por fin a expresar Lester Sadowski con un tono de voz contenido pero muy severo –Estás a mi merced, siempre lo has estado y yo decido si vives o mueres. ¡Soy Dios para ti, Jared “pies apestosos”! No es la primera vez que he matado, ni mucho menos…, ni tampoco será la última. Y ahora mismo solo tengo ganas de matarte… ¡Asiiií!!!

Y de inmediato, con una mueca horrible, Lester “Papi Garra Rufa” Sadowski puso su manaza sobre la cara del aterrado Jared MacAlister, tapándole a la vez tanto la boca como la nariz para que no pudiera respirar.

-¡Mmmmmph!!!- fue lo único que pudo dejar salir el pobre e indefenso Jared MacAlister, entre otros sonidos guturales que quedaban contenidos por la presión creciente que ejercía el cruel psicópata al usar su gruesa y poderosa mano como mordaza.

Los ojos verdes de Jared MacAlister se habían abierto como platos, con una expresión suplicante hacia el enloquecido Lester Sadowski. También, el terror más puro iba quedando impreso en la mirada del joven Jared MacAlister mientras se iba quedando sin aire e iba solamente sintiendo a borbotones el tacto áspero y el hedor a sus propios genitales que emanaba de aquella mano que lo ahogaba sin remedio… Las venas del cuello del desesperado Jared MacAlister se empezaron a marcar y su rostro iba cogiendo un tono rojizo, a la par que arqueaba la espalda hacia arriba a base de espasmos propios de la lucha por la supervivencia que su cuerpo desnudo y atado estaba llevando a cabo. Además, los bellos y enormes pies descalzos de aquel Adonis en peligro, el atractivo y sensual Jared MacAlister, se inclinaban también espasmódicamente hacia delante, refregando los talones sobre la colcha granate de la cama de matrimonio. El preciado oxígeno ya no entraba desde hacía demasiado por las vías respiratorias del joven Jared MacAlister y por eso, pronto el chico ladrón fue perdiendo energía y solo era capaz de mover y arquear los dedos de sus pies desnudos. Su vida se estaba apagando…, junto a sus últimos movimientos espasmódicos cada vez menos frecuentes. El exhausto Jared MacAlister lo notaba y no podía hacer nada para evitarlo: estaba perdido.


CONTINUARÁ

miércoles, 18 de mayo de 2011

¿Qué queréis que le hagan y que le suceda a Jared MacAlister?

Últimamente he estado en dique seco. No por falta de ideas sino porque para mí escribir es toda una responsabilidad y un estado de ánimo. Hace falta empeño, dedicación y entusiasmo pero también en mi caso algo que considero esencial: creer estar seguro de poder hacer un texto de cierta calidad y que merezca la pena, como mínimo, para mí mismo. Dicho de otra manera, necesito estar orgulloso de lo que hago y por lo tanto, el miedo a bajar el listón, a estropear algo, es lo que principalmente me hace pensármelo dos veces antes de continuar escribiendo, tomármelo con calma y esperar el momento oportuno en que considere que puedo hacerlo mejor y encontrar las mejores palabras y estructuras (según mi humor, ganas y tiempo). Nunca escribiría por escribir -como una mera acción mecánica- y por eso pido disculpas para todos aquellos que estéis esperando la continuación de la segunda parte de "Garra Rufa".

Ya he anunciado que no me faltan ideas, pero para mantener la participación en este blog, he decidido consultar vuestros deseos e intereses. Tengo curiosidad por saber qué querríais que le hicieran al joven Jared MacAlister en las próximas entregas de "Garra Rufa", sin olvidar explicar cuál os gustaría que fuera su suerte, es decir, qué queréis que le pase. Deseo que el blog cobre más y más vida con vuestras fantasías morbosas, así que no dudéis en contestar a estas dos preguntas planteadas en el espacio de comentarios de esta misma entrada. Quién sabe... Lo que digáis puede coincidir con la trama que tengo maquinada en mi cabeza o bien, aún mejor, puede que ese detalle que me comentéis me guste tanto que lo incluya en futuras entregas de la saga. Animaos.

martes, 4 de enero de 2011

Garra Rufa (Segunda parte.1)

El silencio reinó durante aquel proceso de subir las escaleras en fila india. Los viejos escalones rechinaban bajo cada pisada, aunque quizá las pisadas más silenciosas fueran las de los grandes pies desnudos y algo temblorosos de Jared MacAlister. Hasta Irina, también descalza, parecía que pisara de manera más firme y ruidosa cada escalón, con las zapatillas de deporte Air Jordan y los calcetines blancos de algodón del joven prisionero transportadas en sus poco diestras manos. En cambio, Jared MacAlister apenas posaba cada pie descalzo en los escalones cuando ya subía el siguiente como si sintiera electricidad en cada una de sus vulnerables plantas a la intemperie, sin tener así total control sobre esos grandes pies desnudos de lo nervioso y tenso que estaba. La situación se tornó más patética si cabe en el momento en que los escalones se acabaron y Jared MacAlister prosiguió abriendo el paso por un estrecho pasillo, delimitado a su derecha por la pared y a la izquierda por la barandilla que daba al recibidor-sala de estar que habían dejado ya por completo abajo. Entonces, con sus ojos verdes fijos en el frente y siendo solo mentalmente consciente del cañón del rifle que lo iba apuntando a la nuca, Jared MacAlister no se dio cuenta de que había una cajonera pegada a la pared por la derecha y… ¡pam! El pie derecho descalzo del joven Jared MacAlister volvió a sufrir otro revés y chocó con una de las patas de aquel mueble-cajonera. El segundo y el tercer dedo del pie derecho y desnudo de Jared MacAlister fueron los que esta vez se llevaron de pleno el impacto, encogiéndose acto seguido ante la madera. De hecho, el pie derecho descalzo de Jared MacAlister retrocedió en forma de reflejo rapidísimo, a la vez que el joven gimió lastimosamente:

-¡Jodeer…!! ¡Aaah…, mierda!

Y enseguida, Jared MacAlister flexionó la pierna, encorvó levemente la espalda y se frotó con la mano los dos deditos largos y doloridos de su pie derecho descalzo. Solo había sido el golpe…, ni una uña rota, ni dedos rotos, ni nada que lamentar, sobre todo en lo referente al conjunto de la estética de aquellos bellos pies desnudos de machito joven…, pero Lester “Papi Garra Rufa” Sadowski le gruñó de mal humor al todavía ausente y ensimismado Jared MacAlister:

-¡Vamos!! ¡Continua andando hacia adelante y ten cuidado con “la mercancía”, chaval torpón! ¡No quiero que se dañe para nada…!

Al mismo tiempo, Jared MacAlister sintió la presión del cañón del rifle en su clavícula, empujándolo a seguir. Lester Sadowski estaba impaciente y por ello, Jared MacAlister dejó ya de refregarse “la mercancía”, los dedos de su propio pie desnudo, y reemprendió la marcha ahora más tembloroso y alterado pero también más cauto de por donde iba posando sus vulnerables pies descalzos.

El estrecho corredor pronto terminó y Lester “Papi Garra Rufa” Sadowski le dio la siguiente orden bien clara al descalzo Jared MacAlister:

-¡Abre esa puerta que tienes a tu derecha, vamos!

Con el pulso tembloroso, Jared MacAlister obedeció en silencio y abrió la puerta empujando el pomo hacia abajo. Entonces, una gran oscuridad se cernió justo delante del desdichado Jared MacAlister: el chico estaba ante lo que todavía era una estancia misteriosa. Por su parte, Lester Sadowski no tardó ni dos segundos en volver a empujar a su rehén Jared MacAlister con el cañón del arma a la vez que exclamaba:

-¡Venga, muchacho pasmao! ¡Entra!!! ¡Y no quiero jugarretas…! ¡Y tú, Irina, enciende la maldita luz!

Y “clic…”. Se hizo la luz y Jared MacAlister se encontró de lleno y descalzo ante lo que era una vieja cama de matrimonio King Size hecha de madera para no desentonar con el estilo de la casa. Pero ya ni el deprimente y sucio color verdoso del papel pintado de las paredes ni el resto de mobiliario fantasmagórico de aquel dormitorio pudieron captar la atención del atónito Jared MacAlister porque…, lo de aquella enorme cama era demasiado aterrador, fuerte e impactante. Para ser concretos, en la cabecera de la cama salían y a la vez colgaban dos esposas abiertas, una a cada lado, y entre los barrotes de madera de la parte del pie de dicha cama salían dos cintas elásticas, desde dos distantes lados, que acababan conectando cada una en la zona del centro con un mismo cinturón bien ancho, típico de los que practican la halterofilia. Al comprobar todo aquello, Jared MacAlister sintió que la debilidad lo invadía, que las piernas le flojeaban y que la vista se le nublaba por momentos, aunque pronto hizo acopio de fuerzas interiores para recuperarse parcialmente y gritó haciendo un mohín de girarse y retroceder para salir de allí:

-¡Joder… !! ¡Qué cojones es esto! No…, ni hablar… ¡Yo me piro de aquí!

Quizá el inconsciente Jared MacAlister había pecado de incrédulo y Lester Sadowski lo tuvo que devolver a la realidad con un doloroso golpe en la espalda con el canto del rifle. Entonces, el cuerpo de Jared MacAlister se balanceó hacia delante y los dedos de sus grandes pies desnudos se arquearon levemente para frenarse a la vez que de la boca del viejo Sadowski salían con contundencia las siguientes palabras:

-¡Tú no te vas de aquí, jovencito! Y tú, Irina, suelta ya esas zapatillas de deporte y esos calcetines sucios y ayúdame… Átale las manazas a “nuestro” Jared a las esposas de la cama.

Irina Sadowski no perdió el tiempo y sus manos soltaron súbitamente aquellas zapatillas de deporte Air Jordan modelo bota alta de color azul oscuro, de cordones rojos y con detalles blancos en los lados que habían ocultado los pies de Jared MacAlister y que ahora solo resguardaban en su interior los sudados calcetines blancos de algodón del chico. A continuación, Irina se avanzó y con timidez se puso al lado de Jared MacAlister, casi rozándolo e indicándole junto con gestos espasmódicos:

-Por favor, no le hagas enfadar más, te… te lo ruego… Túmbate en la cama y pon los brazos en alto para que te pueda atar…

El cuerpo de Jared MacAlister ahora temblaba casi sin disimulo y sus ojos verdes mostraban horror y casi histeria por saber lo que querían hacerle de inmediato. Sin embargo y como un corderito, Jared MacAlister acabó por recostarse boca arriba sobre la colcha granate sucio de aquella cama y, acto seguido, elevó los brazos mientras que conseguía de nuevo recuperar algo de furia y le gritaba sin miramientos a Lester “Papi Garra Rufa” Sadowski:

-¡Me cago en la puta….!!! ¡Estás pirao! ¡Joder…, no me puedes hacer esto…! ¡Llama a la pasma y entrégame! ¡Esto es un puto secuestro!!

Contrariamente a lo que se podría pensar, Lester Sadowski sonrió ante aquella falta de educación y de tacto hacia su persona. De hecho, el viejo Lester “Papi Garra Rufa” Sadowski estaba mucho más interesado en observar cómo su hija Irina le acababa de cerrar la última esposa en la muñeca izquierda al joven Jared MacAlister y, sobre todo, cómo dicho joven -el atractivo y varonil Jared MacAlister- mostraba inconscientemente parte de las bellas plantas de sus pies desnudos (por primera vez Sadowski entreveía ambas), al reposar solo los talones sobre la cama. Es más, con las rodillas semiflexionadas, Jared MacAlister también dejaba entrever de nuevo sus sensuales y varoniles tobillos, no demasiado delgados y sí que lo suficientemente fibrados y con un vello rubicundo naciente que se acababa ocultando más arriba bajo los pantalones tejanos azul oscuro… Ante tanta observación, que finalizaba con el cotejamiento de que realmente los pies descalzos de Jared MacAlister eran pálidos en comparación con el inicio de sus piernas –con algo más de color a la altura de más allá de la inevitable marca de donde iban los calcetines-, Lester Sadowski tardó unos segundos en responder limitándose a decir sin dejar de sonreír y en un tono que sonaba a ironía y sorna:

-¡Vaya, no has tardado mucho en tutearme, Jared! ¡El ladronzuelo ya se siente de la familia!

Las largas piernas de Jared MacAlister se movieron flexionándose arriba y abajo encima de la cama, ahora alejando y ahora acercando los pies descalzos a su captor, mientras que el chico intentaba liberarse de las esposas que ya lo mantenían tumbado y con los brazos, más que en cruz, condenados a estar en una postura diagonal hacia arriba. Entre tanto movimiento frenético, la camisa a cuadros azul y blanca de manga corta que Jared MacAlister llevaba abierta sobre la camiseta blanca sin mangas se había desplazado un pelín por la izquierda, dejando entrever parte de una axila con un pequeño hilito de vello castaño-rubio oscuro no demasiado exagerado en abundancia. Pero lo que en realidad aportaba aquel movimiento era que, cada vez más, el ambiente recargado de polvo del dormitorio quedara invadido por la peste más que intensa de los pies desnudos de Jared MacAlister. Con ello, Lester Sadowski se encontraba en pleno paraíso y, con el prisionero atado de manos a las esposas y por lo tanto a la cabecera de la cama, se sintió totalmente seguro y dejó por fin el rifle en el suelo, recostado en la pared. Jared MacAlister, por su parte, se alteró todavía más y retorció su cuerpo sobre la cama al ver como en aquel instante Lester “Papi Garra Rufa” Sadowski se acercaba a él con las manos libres. La rabia y la inquietud le salieron de dentro y Jared MacAlister acabó por exclamar:

-¡Suéltame, joder!! ¡Mierda…, te arrepentirás de esto! ¡Suéltame, vamos! ¿Qué me vas a hacer?

Lester Sadowski no respondió y dejó relucir sus dientes amarillos en una de sus recurrentes sonrisas siniestras. Ahora, el viejo Sadowski ya se encontró a la altura de la cama y enseguida se sentó y cogió de repente los tobillos de Jared MacAlister. De esta manera, el joven Jared MacAlister ya no pudo mover más las piernas en forma de semipatadas…; Lester “Papi Garra Rufa” Sadowski se ocupó de ello personalmente atando aquellos tobillos del indefenso Jared MacAlister con el cinturón de halterofilia, cerrándolo bien alrededor de ellos con la hebilla. Dicho cinturón se unía al pie de la cama –dos palmos y medio más allá- gracias al ingenio de conexión formado por las dos cintas elásticas pegadas a él y que, bien tensadas, hacían que los grandes pies desnudos de Jared MacAlister se mantuvieran juntos a una misma altura y sin posibilidad de hacer ni un solo movimiento efectivo para atrás o para adelante.

-¡No…, nooo…! ¡Suéltame, joder! ¿Qué quieres con todo esto? ¡Joder, siento haberte intentado robar y haber tocado a tu hija! ¡Lo siento!! ¿Qué más quieres?- expuso entonces Jared MacAlister a su captor en un tono algo más suplicante y conciliador al verse con la piernas juntas y estiradas bien atadas y tensadas por la zona de los tobillos, a la vez que ello le dejaba las vulnerables plantas de sus pies descalzos bien visibles y unidas.

Irina, que había retrocedido a un lado del dormitorio, observó como su padre se quedaba mudo de nuevo para limitarse a otear igual que un animal al acecho. Y es que por fin Lester Sadowski podía ver por completo y en detalle las dos plantas de los pies desnudos y olorosos del joven Jared MacAlister. Sobre todo, el viejo Sadowski pudo descubrir por completo el aspecto de la planta del pie izquierdo descalzo de Jared MacAlister para así llegar a la conclusión de que dicha planta era igual de grandiosamente larga, bella y suculenta que la del pie derecho, aunque con la peculiaridad de que a un lado de la zona abombada y rojiza de por encima de la parte del puente (antes de llegar al nacimiento de los dedos de ese pie izquierdo) le salía un diminuto pellejo en forma (y tamaño) de guisante como señal de cambio de piel. Lo que ya no había era rastros de hilos de algodón a lo largo de aquellas dos plantas de los enormes pies descalzos de Jared MacAlister, ya que todos se habían caído de entre los dedos y de encima de las arrugas y demás pliegues gracias a la accidentada caminata del chico desde el piso de abajo a la habitación. Y ante aquella visión divina, Lester “Papi Garra Rufa” Sadowski se mordió los labios a la par que se los mojaba, impaciente pero aún en silencio. Aquello estaba a punto de desesperar al desconcertado Jared MacAlister que, atado por completo –de pies y manos- en aquella gran cama de matrimonio, respiraba aceleradamente de lo nervioso que estaba y no quitaba ojo del viejo secuestrador que no paraba de mirarle los pies desnudos en silencio. No obtenía respuesta a sus casi ruegos a aquel hombre siniestro para que lo liberara y por ello, Jared MacAlister sentía que iba a estallar en gritos de ira en cualquier momento, no pudiendo soportar más el silencio sepulcral que se había creado. Los dedos de los pies descalzos de Jared MacAlister se movieron en un acto reflejo más que consciente, lo que ya indicaba que el chico no podía controlarse y que estaba a punto de gritar y gritar… Pero aquel ligero movimiento de los dedos de los grandes pies desnudos de Jared MacAlister fue suficiente para que Lester Sadowski reaccionara y acercara su nariz a las plantas de dichos pies del chico mientras que de su boca salieron las siguientes palabras reveladoras:

-Seguro que ya te habrás dado cuenta, Jared. Si no, es que eres más idiota de lo que pensaba. Tus pies descalzos me vuelven loco…, me encantan. Son tan blanquitos, tan grandotes, tan varoniles y tan apestosos… Sí, tus pies son verdaderos quesos bien curados y bonitos.

Los ojos verdes de Jared MacAlister se abrieron como platos al escuchar aquello, pero la revelación fue a más y el viejo Sadowski aprovechó el desconcierto que le había generado al chico para anticiparse de nuevo. Y así, de inmediato, Lester “Papi Garra Rufa” Sadowski pasó su áspera lengua por las grandes plantas de los pies descalzos de Jared MacAlister, empezando por encima del pellejito del pie izquierdo, siguiendo en diagonal por toda la planta y a continuación por la del pie derecho para acabar así el lametón a la altura del dedo pequeño de ese mismo pie derecho. El viejo Lester Sadowski sintió cada arruga, cada poro de piel más húmedo que el otro por el sudor y, sobre todo, una salinidad agradable y una suavidad extrema bajo un olor intenso al recorrer con su lengua ambas plantas de los pies desnudos de su prisionero Jared MacAlister. Después de aquella cata tan rápida como repentina, Jared MacAlister arqueó los pies en un repelús de asco, doblando el total de los diez dedos y formando más arruguitas si cabe en las plantas de esos preciosos pies desnudos. Ni un segundo pasó y Jared MacAlister llevó su reacción hacia la ira y le gritó al viejo Sadowski a pleno pulmón:

-¡Viejo bujarra de mierdaa!!! ¡No me lo puedo creer, joder! ¡Qué cojones te has creído!! Ni me toques… ¡Déjame los pies! ¡Eres un puto pervertido!

Jared MacAlister había enrojecido de la rabia y entonces empezó a retorcer los brazos y las caderas para intentar soltarse…, todo en vano. Y Lester Sadowski, a la suya y manteniendo la calma con otra sonrisa inquietante, le comentó al rabioso Jared MacAlister:

-¿Pervertido? ¡Ja! Habló el que le hacía guarradas al coño de mi hija. Esto no ha hecho más que comenzar, chaval. Tus enormes pies sudorosos saben a gloria, así de rojitos, saladitos y arrugaditos. ¡Mmmh!

Entonces, Lester “Papi Garra Rufa” Sadowski esnifó sin disimulo el hedor de los pies descalzos de Jared MacAlister, tocando bien con la nariz ambas plantas. Y después del colocón olfativo, el viejo Sadowski no dudó en juntar los labios y…, ¡ppppppshfttt!!, empezó a pegar una ruidosa y larga pedorreta a las plantas de aquellos grandes pies desnudos pertenecientes al indefenso Jared MacAlister. Con la cara bien apoyada sobre las plantas de los pies descalzos del joven Jared MacAlister, Lester Sadowski pudo notar como el chico arqueaba los dedos de sus pies sobre su frente, clavándole casi imperceptiblemente las uñas bien cortas de dichos pies. En verdad, no importaban para nada las resistencias nimias o las quejas porque Lester “Papi Garra Rufa” Sadowski había sacado la fiera que llevaba dentro y se lo estaba pasando en grande con la pedorreta a las plantas de los pies desnudos del joven Jared MacAlister, unas plantas cada vez más húmedas, más sudorosas y, eso sí, siempre vulnerablemente suaves. Los chillidos de horror de Jared MacAlister pronto salieron a relucir exigiéndole al viejo y bestial secuestrador:

-¡Aaaaaaah!!!! ¡Nooooo!!! ¡Para, puto asqueroso…, freak de mierda!!! ¡Deja mis pies!! ¡Suéltameee!!!!

Todo era inútil para liberarse y librarse de aquella desconcertante sesión, por calificarla de alguna manera… Solo la falta de capacidad pulmonar y de respiración hicieron que Lester Sadowski finalizara su casi eterna pedorreta y alejara el rostro de las enormes y largas plantas de los pies descalzos del histérico Jared MacAlister. Y entonces, con la mirada clavada en los ojos verdes del joven prisionero, Lester “Papi Garra Rufa” Sadowski se levantó de la cama y avanzó hacia delante a la vez que decía en voz alta:

-¡Y encima ahora parece que el hurgador de fluidos vaginales entiende de lo que es asqueroso y de lo que no! ¡Que tus enormes pies suden y huelan no significa que los tengas que minusvalorar, Jared!

Y ante lo que consideraba una chaladura, Jared MacAlister no pudo evitar en hacerse el gallito y empezó a contestar a la vez que movía las muñecas y los brazos como intento para desprenderse de las esposas:

-¡Y una mierda, jod…!!!

Jared MacAlister no pudo terminar la frase porque Lester Sadowski había cogido uno de los calcetines blancos de algodón del chico de dentro de una de las zapatillas de deporte Air Jordan modelo bota alta de color azul oscuro, de cordones rojos y con detalles blancos que seguían tiradas por el suelo. La acción fue tan repentina, tan inesperada: aprovechando que Jared MacAlister estaba hablando, el viejo Sadowski le metió al chico su propio calcetín blanco de algodón, bien sudado, en la boca, retorciéndoselo por el paladar.

-¡Saborea tú mismo el néctar de tus pies descalzos, Jared!- fue lo que exclamó Lester Sadowski mientras retorcía y retorcía el calcetín sucio por el interior de la boca de su dueño, Jared MacAlister.

Irremediablemente, sonidos guturales, de los que luchan por salir, fue lo único que pudo emitir el joven Jared MacAlister. El obcecado Lester Sadowski todavía refregó el calcetín unos segundos más, pero pronto abandonó la presión y volvió a sentarse en su hueco de la cama mientras que el desesperado y enrojecido Jared MacAlister luchaba mediante los músculos de la cara para expulsar el calcetín sudado de su boca. Y entretanto, el viejo Sadowski movió divertido sus labios simulando la boca de un pez y fue directo a posarlos sobre las plantas de los pies desnudos de Jared MacAlister. Así, lo que empezó como un simple gesto en el aire acabó siendo toda una retahíla de besitos sobre las plantas sudadas de aquellos suculentos pies descalzos pertenecientes al medio ahogado Jared MacAlister. Para colmo, Lester “Papi Garra Rufa” Sadowski, muy metido en su papel, capturó suavemente entre sus labios pequeños cachitos de piel (no suelta) de las plantas para llevarlos levemente hacia arriba y después soltarlos en lo que eran vulgarmente conocidos como mordisquitos indoloros. Aquello hizo mover frenéticamente los dedos de los pies al descalzado e indefenso Jared MacAlister, que además consiguió en aquel instante escupir el calcetín que le obturaba la boca y echarlo otra vez al suelo.

-¡Aaaahg!! ¡Hijo de putaa!!!- le salió del alma gritar a los cuatro vientos a Jared MacAlister en cuanto se vio libre de la improvisada mordaza.

Y acto seguido, Lester Sadowski paró los mordisquitos y el besuqueo a las plantas de los pies descalzos de Jared MacAlister y se lo quedó mirando a los ojos durante unos segundos con una sonrisa desafiante. A continuación, el viejo Lester “Papi Garra Rufa” Sadowski usó sus ásperas manos para coger en cada mano y uno a uno los respectivos dedos de aquellos pies desnudos y vulnerables del secuestrado Jared MacAlister y estirarlos suavemente hacia arriba para después soltar y coger los siguientes, siempre haciendo parejas con su respectivo del otro pie, a la par que recitaba divertido:

-Te voy a contar un cuento sobre tus pies desnudos y marranotes, Jared. ¡A este dedito chiquitín le faltaba comer muchas sopas…, a este le daban papillas de mala calidad…, este se comía las sobras del día anterior y alguna que otra vitamina porque quería aspirar a más sin poder…, a este dedito que es muy larguirucho pero no lo suficiente para ser el más alto le daban un trailer entero de hormonas del crecimiento…, y este último dedito tan gordito y alto como una torre que tienes en cada pie no perdía ninguna oportunidad y se comía hasta las piedras que encontraba por el camino!

Si la respiración de Jared MacAlister ya era bastante ahogada, casi asmática, con aquel recital el chico todavía se enrojeció y alteró más y, entre resoplidos crecientes de rabia y sudores por la frente, le chilló fuera de sí al entretenido Lester Sadowski:

-¡Y tu puta madre se follaba a una cabra, cabrón hijo de putaa!!!!

El semblante de Lester Sadowski se volvió repentinamente sombrío, aunque todavía hizo una nueva acción sorpresiva y se metió en la boca los dedos gordos de ambos pies desnudos del joven Jared MacAlister. El viejo Sadowski chupó y rechupó, como si de chupetes se trataran, la superficie suave y el contorno de los dos dedos gordos de cada pie descalzo de Jared MacAlister, que cabían perfectamente y a la vez en aquellas “fauces de la bestia”. Y Jared MacAlister frunció el ceño asqueado y apretó los dientes y los puños, intentando contenerse y recuperando un poco la respiración pausada a pesar de que aquel viejo estaba mojando en saliva pútrida los dedos gordos de sus grandes pies desnudos. Sin embargo, enseguida Lester Sadowski dejó atrás su entretenimiento y súbitamente se levantó de la cama, todavía haciendo movimientos gustativos con la boca y la lengua.

-Sí, definitivamente tus pies de ladrón malhablado saben muy bien, Jared. Un sabor muy típico de los quesitos aún adolescentes- empezó a explicar Lester Sadowski acercándose ahora a la puerta de salida del dormitorio, en un tono inquietantemente serio –Aunque tus modales me están empezando a hartar. Creo que hará falta algo más para domesticarte…

Y de esta manera, Lester “Papi Garra Rufa” Sadowski salió de la estancia y cerró la puerta tras él –sin llave, eso sí-, dejando a Jared MacAlister y a la propia Irina Sadowski totalmente desconcertados. Aún así, no pasó ni una milésima de segundo para que Jared MacAlister se decidiera a actuar y le dirigiera una mirada seductora con sus penetrantes ojos verdes a la atemorizada Irina a la vez que le pedía:

-Vamos, Irina… ¡Rápido! ¡Quítame estas jodidas esposas y desátame, por favor! ¡No dejes que el chalado asqueroso de tu padre me vuelva a tocar!

Ante aquella encrucijada, Irina Sadowski empezó a temblar como una hoja movida por el vendaval y Jared MacAlister, al no obtener una respuesta inmediata, volvió a insistir afirmando:

-¡Irina…, podemos huir juntos de esta puta casa! ¡Desátame, por favor! ¡Mira, se ha dejado el rifle pegado a esa pared…! Sólo lo tendría que coger y ese viejo chiflado no podría hacer nada para pararnos. Seguro que tú también lo odias… ¡Mírate las marcas de la cara y cómo te trata! ¡Joder, Irina, déjame ir ya antes de que vuelva!!

Y entonces, Irina tragó saliva y con la voz entrecortada junto a un aire triste y resignado contestó de forma enigmática:

-No… No puedo… No hay nada que hacer, no eres el primero…

En aquel momento la puerta del dormitorio se abrió de pronto y Lester “Papi Garra Rufa” Sadowski entró y fue directo a abalanzarse a su hija, como si estuviera poseído por el mismísimo diablo. El viejo Sadowski tenía una mirada tan fría, tan cruel…, casi inyectada en sangre, cuando levantó el brazo y golpeó la cara de Irina a la vez que le gritaba furioso:

-¡Qué coño le estabas contando, mala putaa!!! ¡Tú a callar y a obedecer, ya lo sabes!!

Con el fuerte golpe, Irina Sadowski había caído al suelo y ahora, aterrorizada, sollozaba y chillaba con los ojos llenos de lágrimas:

-¡Noooo!!! ¡Por favor, Papi Garra Rufa!!! ¡No le he dicho nada, no le he dicho nada…!!! ¡Te lo ruego, no me peguees!!!! ¡Aaaaaah!!! Aaaaaah!!! ¡Aaaaaaah…!!!!

Pero Lester Sadowski estaba totalmente fuera de sí y golpeó y golpeó todavía más a la pobre Irina, directo a la cara, sin importarle que ya estuviera tirada por el suelo sumida en llantos.

-¡Puta, puta, putaaa!!!!- vociferaba reiteradamente el viejo Sadowski mientras que ya le estaba haciendo sangrar la nariz y el labio a la frágil Irina.

Paralelamente, Jared MacAlister miraba la horrenda escena alucinado y con un profundo miedo. Aquel viejo psicópata estaba descontrolado por completo y el joven Jared MacAlister temía más que nunca por su propia seguridad, no por la de Irina. De hecho, el mismísimo Jared MacAlister, como muestra de su total desprecio y de su inmenso rencor, hubiera propinado encantado una buena paliza a la joven si ésta lo hubiera soltado… Pero no había sido el caso y los gritos de Irina Sadowski continuaron retumbando por todo el dormitorio hasta que Lester Sadowski apartó el puño y dejó de martirizar a su hija. Aunque, eso sí, el viejo Sadowski no se quedó satisfecho del todo y cogió a la desvalida Irina del brazo, la levantó del suelo y la empujó violentamente más allá del marco de la puerta del dormitorio al mismo tiempo que le exclamaba:

-¡Ahora fuera de aquí, fulana barata!! ¡Quédate en el pasillo pensando en lo condenadamente guarra que eres!

Y con ese último arranque, Lester Sadowski cerró la puerta de la estancia de un portazo y dejó a Irina fuera de ella, con el rostro sangrante. Jared MacAlister estaba ahora sólo con su captor en aquel dormitorio, descalzo y atado de pies y manos a la cama. De hecho, Lester “Papi Garra Rufa” Sadowski ya miraba a su prisionero con la cara muy seria, sin sonreír esta vez. Por ello, el joven Jared MacAlister empezó a sentir lo que se podría denominar pánico de verdad y no cesó en mover muñecas, brazos y caderas para intentar desprenderse de sus ataduras mientras que el viejo Sadowski se iba acercando a él con la mano en un bolsillo.

Los dedos de los enormes pies descalzos de Jared MacAlister también se flexionaban y volvían a estirarse en su sitio a la vez que el chico hacía fuerzas incluso con las piernas para intentar soltarse los tobillos del cinturón de halterofilia y/o de las cintas elásticas que acababan atadas en los barrotes de madera del pie de la cama. Todos los esfuerzos fueron inútiles y Lester “Papi Garra Rufa” Sadowski ya se sacó del bolsillo lo que había ido a buscar y ocultaba: unas tijeras de costura bien afiladas y de tamaño considerable.

-¡Es hora de que tú y yo empecemos de verdad, Jared!- habló por fin el viejo Sadowski a su prisionero mientras que continuaba dirigiéndose hacia él y abría y cerraba las tijeras que empuñaba, bien serio y con una mirada amenazadoramente fría.

Aquello desquició definitivamente al indefenso Jared MacAlister, que pasó del pánico a la histeria más patética en segundos y acabó por chillar sudoroso y con los ojos húmedos de lágrimas que no terminaban de salir:

-¡No…, qué vas a hacer…! ¡No…, ostia puta…, aparta esas tijeras de mí! ¡Noo, jodeeeer!!!! ¡No te me acerques!!! ¡Por favor, nooo!!! ¡No me hagas daño, por favor!!! ¡Socorro, que alguien me ayude!!! ¡Socorroooo!!!!! ¡Socorroooooo!!!!!!!


CONTINUARÁ