lunes, 1 de septiembre de 2014

Jóvenes pies masculinos en el parque

Era una tarde de primavera. Hacía bastante sol y algo de calor, pero sin llegar a una temperatura agobiantemente alta. Paseaba por el parque, por el camino de tierra que da a la zona de hierba cuando los vi. Era una pareja de novios, chico y chica, tumbados en la hierba haciéndose arrumacos. En la chica apenas me fijé: era una choni que no llegaría a los 20 años, delgada, con el pelo largo teñido de rubio pollo, unos pendientes de aros bastante grandes y vestida con un top rojo chillón con estampados negros tipo cebra y con unos shorts muy cortos también negros. Tenía los pies descalzos sobre la hierba y sus bailarinas negras estaban a un lado tiradas de cualquier manera.

Pero el chico era otra cosa. También debía rondar los 20 años, por arriba o por abajo, y tenía un aspecto barriobajero parecido al de su novia, aunque más sofisticado y de mejor gusto según mi opinión. Me quedé embobado mirándolo. El chico era guapísimo. Se ha de reconocer que tenía facciones de malote y de chico duro, pero su belleza enamoraba. Era blanco de piel y moreno de pelo y lo llevaba rapado por los lados y un poco más largo, y liso, por arriba. Tenía un rostro de proporciones perfectas: era alargado en su justa medida, sobre todo en su barbilla fina pero algo larguirucha, sin pasarse porque el equilibrio era perfecto. Eso sí, esa barbilla bajaba algo más que la mandíbula y le hacía adquirir un aspecto masculino y atractivo. Los pómulos se le marcaban también en su justa medida y así su cara no resultaba huesuda pero tampoco nada mofletuda. Tenía los ojos negros, como el pelo –por lo que divisé dando vueltas disimuladamente alrededor- y la forma del contorno de esos ojos era levemente rasgada, alejándose de la redondez y dotándolo aún más de ese halo de chico duro, masculino e incluso peligroso. Sus labios eran sensuales y ligeramente voluptuosos y cuando giraba la cabeza hacia su chica, también podía observar la perfección de su nariz, respingona vista de perfil y ni muy fina ni muy ancha: era perfecta como lo eran sus labios. En la ceja izquierda se marcaba a un lado, atravesándola de arriba abajo, una pequeña línea rasurada sin pelo, cosa que encontré de lo más sexy y que corroboraba su imagen de chico duro y de barrio, al igual que lo hacía el pequeño pendiente redondo y de aspecto de diamante o de diminuta piedra preciosa que llevaba clavado en el lóbulo de la oreja izquierda.

El chico no era ni muy delgado ni tampoco exageradamente fibrado, pero se le notaba que estaba en buena forma y que era un chico deportista. Allí tumbado, calculé que debía medir 1,75 de altura o algo más quizá. Iba vestido con una camiseta blanca de manga corta que dejaba al descubierto sus brazos ligeramente musculados. En una de sus masculinas muñecas, la izquierda, llevaba una especie de brazalete doble de cuero marrón, con pequeños clavos metálicos rodeándolo y que se podría asimilar al collar que llevaría un perro. Lo que sí que él llevaba colgado al cuello era un bonito colgante metálico en forma de cadena, de aspecto de plata, que bajaba más allá del cuello de la camiseta, por encima, y que dejaba a la vista un pequeño rayo también del mismo material con el que acababa en el centro. Y a parte de esa camiseta blanca, claro, el chico llevaba unos pantalones largos de chándal marca Adidas, los clásicos negros con dos líneas blancas que los atravesaban en los lados. Pero entonces, llegaba el kit de la cuestión: el chico tenía sus aparentemente grandes pies calzados en unas zapatillas de deporte Nike de aspecto bastante nuevo, principalmente de un color gris-lila pálido degradado en diferentes tonos y con detalles blancos como los cordones y algún detalle en amarillo como el logo de la marca. Desde luego que el chaval iba de marcas, sí, menos la camiseta blanca. Y es que cómo no, en mis paseos disimulados rondándolo pude llegar a fijarme (por sus continuos movimientos con los pies) que aparte de esas zapatillas de deporte Nike, el chico llevaba debajo unos clásicos calcetines blancos de algodón marca Adidas, como los pantalones, que le cubrían la totalidad de los tobillos hacia arriba (perdiéndose dentro de los pantalones).

Desde luego que la boca se me hacía agua pero a la vez mi indignación interior crecía. Y es que otra vez mi teoría se confirmaba: mientras que a las chicas no les costaba nada llegar a un parque o sitio público y descalzarse (como había hecho aquella choni), los chicos era otra cosa y mantenían sus pies ocultos y resguardados. Justamente era lo que hacía aquel chaval de barrio tan guapo: mantener ocultos sus pies en apariencia grandes dentro de aquellas zapatillas de deporte Nike y de aquellos calcetines blancos de algodón marca Adidas. Siendo yo un gran fetichista de los pies masculinos, se me comía la rabia por dentro de poder ver los pies descalzos de la choni de la novia (que no me interesaban para nada), cuando en cambio el apuesto chico de barrio me ocultaba los suyos, esos pies masculinos seguramente sudorosos dentro de aquellas zapatillas de deporte Nike y de aquellos gruesos calcetines de algodón Adidas. Me gustaba y me gusta el misterio, los preámbulos, ver a los chicos descalzarse y descubrir sus pies descalzos (antes ocultos) de pronto, pero me temía que como tantas otras veces, aquel chico se mantendría tumbado en la hierba junto a su novia totalmente calzado en las zapatillas de deporte Nike y los calcetines Adidas mientras durara su estancia en aquel parque y mientras que su chica sí que se mantenía descalza relajando sus pies faltos de interés para mí. Lo había visto tantas veces… De hecho, es un clásico por desgracia, algo sociológico.

Sin embargo, no perdí la esperanza y decidí aposentarme a la sombra de un árbol, cerca de donde estaba la parejita. El chico reía con cara de salido mientras palpaba el culo de su novia y la besaba ansiosamente en los labios y el cuello. Los chupetones parecían ser su especialidad y la chavala se dejaba hacer. Había momentos en que incluso el joven macarra bajaba sus labios y besaba el canalillo y el inicio de los pechos de su novia, dándole también ahí algún que otro chupetón. Yo, allí sentado bajo el árbol, solo podía hacer que impacientarme. Me encantaba ver a aquel heterosexual en acción, pero necesitaba más. Hubo momentos en que puse la cámara de mi móvil a grabar en dirección a ellos, con zoom incluido. Tenía la esperanza de captar algún momento en que el chico decidiera descalzarse, quitarse aquellas zapatillas de deporte Nike y aquellos calcetines blancos de algodón Adidas. La verdad es que no entendía todos aquellos vídeos que circulaban por internet en que salían grabados chicos directamente descalzos en sitios públicos. A mí me gusta el misterio, los preámbulos, el paso de estar calzados a descalzados, y en algún momento lo tendrían que hacer: quitarse zapatos y calcetines. ¿No podrían empezar a grabarse por ahí esos vídeos? Hay sitios como las playas, los lagos, etc. donde sería fácil grabar eso, porque son sitios donde los chicos guapos se descalzan. Pero no se solía y se suele encontrar un vídeo así dentro de toda la colección de vídeos “espía” que circulan por la red. En ellos los chicos ya están directamente descalzos y ese acto previo, tan erótico, que han tenido que hacer de descalzarse no queda inmortalizado. Como digo, hay momentos en que es fácil de deducir-adivinar que eso pasará (que un chico se descalzará) aunque sin embargo lo mío en aquel caso era más bien una esperanza. Si estás delante de una piscina, sabes que el chaval acabará semidesnudo y descalzo pero en aquel parque, la probabilidad está en el 50 por ciento cuando se detecta a algún adonis. Y sin embargo, en el caso concreto de aquel macarrilla juguetón y sin vergüenza, podía ver que la probabilidad era bajísima (mucho más baja del 50 por ciento), porque el chico ya se había acomodado bien sobre la hierba del parque desde hacía ya demasiado tiempo. EL chaval solo se preocupaba de satisfacer sus instintos sexuales y seguramente que por su mente no pasaba ni la más remota intención de quitarse aquellas zapatillas de deporte Nike y aquellos calcetines blancos Adidas de sus pies para quedarse totalmente descalzo.

Los minutos transcurrían y en efecto el chico solo se dedicaba a atender a su chica y a sus propias necesidades. Yo miraba fijamente sus grandes pies calzados en aquellas zapatillas de deporte Nike y en aquellos calcetines blancos de algodón marca Adidas imaginándome cómo serían desnudos. Mi deseo de ver aquellos pies masculinos descalzos crecía, pero me tenía que conformar con verlos calzados y en movimiento, ahora hacia un lado y ahora hacia el otro, a la par que su dueño no cesaba en su empeño de manosear, besar y chupetear a su acompañante femenina. Continuamente tenía que iniciar y reiniciar la grabación, borrando algunas de las grabaciones antiguas para ahorrar memoria en el móvil y siempre con la remota esperanza de que llegaría tarde o temprano la grabación buena en que el chaval se descalzara. La pareja estaba tan atareada con lo suyo que ni se había dado cuenta de mi presencia y ni mucho menos que los estuviera grabando. Pero pasó más de media hora y me empecé a desesperar. Ahora ambos, la parejita, habían parado un poco el besuqueo y los tocamientos y hablaban semitumbados boca arriba en la hierba. Era consciente de que en cualquier momento se podían levantar e irse y lo que es aún peor, en mi interior la esperanza se había apagado del todo y sabía con toda seguridad que el chico ya no se sacaría las zapatillas de deporte Nike y los calcetines blancos Adidas en aquel parque para quedarse totalmente descalzo y deleitarme con sus pies desnudos sin él saberlo.

Llevaban más de diez minutos solo hablando, con muchas risas y palmaditas cómplices, cuando me decidí a actuar. Me levanté de la sombra del árbol y me empecé a acercar con decisión hacia ellos. Tenía un plan y lo iba a poner en marcha. Tantos minutos allí espiando había hecho que mi mente trabajara de forma algo retorcida y ahora era el momento de arriesgarse.

A medida que mis pasos me llevaban hacia mi objetivo, podía oír lo que la parejita estaba hablando en aquellos instantes. El chico, entre carcajadas y mostrando una dentadura blanca y perfecta, le decía a su chica con una voz potente y masculina:

-Entonces la guarra se subió la camiseta y me enseñó las tetorras. ¡Y qué pedazo de tetorras que tenía, ja, ja, ja!! Y me dijo que más abajo tenía el potorro, que seguro que era más bonito que el tuyo. ¡Ja, ja, ja, ja!!!

A la chica no le parecía tan divertido lo que le estaba contando su chico con toda naturalidad, cachondeo y una chulería exagerada (seguramente que para chincharla) y exclamó en voz alta:

-¡Cuando coja a esa puta de la Jesi no le va a quedar ni un pelo en la cabeza y se va a tener que poner el del chichi! ¡Y tú no te rías, Óscar, que no tiene ni puta gracia!

Ahora sabía que el chico se llamaba Óscar y estaba a unos palmos de llegar a él, y a su chica, claro. Óscar seguía riendo a carcajada limpia mirando fijamente a su novia, cachondeándose de lo furiosa que se había puesto. No me vieron llegar y les pillé totalmente desprevenidos cuando les corté el rollo y les hablé explicándoles:

-Buenas tardes, chicos. Perdonad que os moleste. Me llamo Antonio García y trabajo para la empresa Urbanphoto. El ayuntamiento de la ciudad nos ha encargado un reportaje de fotos para su campaña “Parques y zonas verdes. Vívelos y disfrútalos”. No sé si os suena porque es muy nueva y aún está en desarrollo… Por cierto…, ¿cómo os llamáis?

La pareja me escuchaba sorprendentemente atenta, sin imaginarse que todo lo que les estaba contando era mentira. Óscar rápidamente me respondió mirándome inquisitivamente pero con curiosidad:

-Yo me llamo Óscar y ésta es la Vane.

-Pues bien, Óscar y Vane- continué con mi discurso trolero -Como os iba diciendo, estamos preparando este proyecto de fotos sobre los parques. En él queremos fotografiar a gente disfrutando de ellos y demostrar lo limpios y bonitos que son…

-¡Pues no estarán limpios por lo que el Óscar hace!- me interrumpió esa chica llamada Vane con sorna –Antes tiró un piti por allí por la hierba, y una lata de Coca Cola.

-¡Cállate, zorra!- comenzó a defenderse Óscar riendo y medio en cachondeo dándole flojo con el puño en el brazo a Vane y luego hablándome directamente a mí –Y tú, no le hagas caso, tronco, que ésta es una trolera.

Aunque estaba casi seguro que Vane no mentía y que el trolero era Óscar, yo sí que era un verdadero trolero en aquella situación. Hasta me avergonzaba un poco de ello. Sin embargo tiré adelante contándoles:

-Las fotos que hagamos y que queden seleccionadas, se utilizarán en panfletos informativos, trípticos, en la web del Ayuntamiento e incluso en carteles grandes a lo largo de la ciudad. Ahora estamos en proceso de hacer las fotos y en cuanto os he visto por aquí, Óscar y Vane, tumbados en la hierba, me habéis parecido muy fotogénicos. Seríais ideales para la campaña, para que yo os hiciera fotos a ver qué tal. Por cierto…, ¿qué edad tenéis?

De nuevo Óscar fue el que llevó la voz cantante y me comentó:

-Yo tengo 20 años y ésta tiene 18 recién cumplidos. Pero oye… ¿Esto de las fotos lo pagáis?

Estaba improvisando y con bastante seguridad para que Óscar mordiera el anzuelo, le narré:

-A ver, en el caso de que vuestras fotos fueran seleccionadas para los carteles de la ciudad, sí que me han comentado los del Ayuntamiento que hay una partida destinada a pagar a los modelos entre comillas, de hasta 200 euros para quién o quienes salgan en las fotos, ya que se consideraría que están cumpliendo un servicio de publicidad institucional directa. En el caso de los folletos, trípticos y demás formatos, pues no se pagaría. Podríais probar de posar para mí, os hago ahora unas cuantas fotos, y a ver si cuando presentemos el trabajo al Ayuntamiento esas fotos son seleccionadas para los carteles publicitarios y os pagan unos 200 euros a los dos. Luego es cosa vuestra lo de repartiros esos 200 euros entre vosotros. Creo, de verdad, que tendríais muchas posibilidades de ser seleccionados para los carteles…

La atención de Óscar se había multiplicado al hablar de dinero. Por la súbita excitación que demostraba, se podría decir que incluso sus penetrantes ojos negros se iluminaron. Por ello, el chico, Óscar, no tardó en exclamar del todo calculador y con una sonrisa maliciosa:

-Joder, pues si son 200 euros para los dos, me haces las fotos solo a mí y ésta que se quede mirando. ¡Seguro que saldré mejor que ella, ja, ja!! ¡Estoy más bueno! Y así cobro la pasta yo y ya la invitaré a un chupito. ¡Ja, ja, ja!!

Aunque quizá Óscar no lo dijera tan en serio como parecía, Vane puso cara de indignación y le dijo en un tono que más bien parecía el de una niña pequeña:

-¡Oye, que yo también quiero salir en las fotos, creidillo! ¡A lo mejor después de esto me contratan de modelo y te dejo tirado!

Y Óscar, sin dejar de sonreír, se limitó a responderle a su chica:

-¡Ja! ¡Ya quisieras, chavala!

Ya tenía bastante de aquella batalla de egos con pocas luces. Desde luego que Óscar era un fantasma y un chulo y además le encantaba chinchar a su novia. Ya me hubiera gustado a mí hacerle las fotos solo a él y que la choni de Vane se hubiera ido. Desde luego que él, objetivamente, sí que estaba más bueno. Pero ella también era parte de mi plan y debía estar y hacerse las fotos con su novio. De modo que asumí un papel conciliador y les anuncié:

-¡Chicos, chicos! Os voy a hacer las fotos a los dos, juntos y en pareja. Creedme que así tendréis más probabilidades de salir elegidos para los carteles. Creo que buscan más bien que haya más de una cara en ellos.

Óscar se conformó de inmediato y no me llevó la contraria, lo que demostraba que seguramente había hecho aquel comentario para cabrear a su chica una vez más. Eso sí, pensando en el dinero, el calculador Óscar me preguntó:

-¿Y cuándo veremos la pasta? Las fotos dices que nos las harás ahora, ¿no?

Me apresuré a contestar explicando:

-Sí, las fotos os las haré ahora. Pero dadme un número de móvil y os mantengo informados de cómo va la campaña y si sois los elegidos.

Y “eureka”. De esta manera conseguí que el mismísimo Óscar me diera el número de su móvil personal. El chaval ni lo dudó y por suerte fue él quien me dio su número, no la choni de Vane. Pero con todo descaro y morro, Óscar me espetó inmediatamente después de darme el número de móvil:

-¡Enróllate y elígenos a nosotros, colega! ¡Seguro que no encontrarás a nadie mejor, ja, ja!

Me encantaba la actitud de aquel macarra prepotente, pero me apresuré a aclararle:

-¡Ja, ja! Lo siento, yo no me encargo directamente de la elección, aunque veré qué se puede hacer y si puedo influir aportando mi opinión, claro. Creo de verdad que tendréis muchas posibilidades de ser los elegidos para los carteles.

Y con estas palabras, quedó todo dicho y logré que Óscar y Vane estuvieran dispuestos a someterse a la “presunta” sesión de fotos a favor de los parques y las zonas verdes de la ciudad (o, para ellos, a favor de la posible pasta que pudieran ganar). Por dentro, estaba exultante de alegría, ya que por fin tenía a aquella parejita convencida y a mi merced, sobre todo a él. Mi deseo lujurioso se acrecentaba y me relamí los labios disimuladamente echando una mirada rápida a los pies de Óscar, calzados en aquellas zapatillas de deporte Nike y en aquellos calcetines blancos de algodón marca Adidas. “Pronto…” -me dije– “Pronto veré lo que deseo”. Y es que el momento de la verdad se acercaba.

Sacando mi móvil del bolsillo de mis pantalones, aclaré a la crédula pareja:

-Estoy haciendo las fotos a todo el mundo con mi móvil de última generación. La calidad de las fotos que salen es muy buena, suficiente, y además así puedo fotografiar a gente para la campaña en cualquier momento.

Y de esta manera, parece que coló la excusa de no disponer de una cámara fotográfica profesional. Más que nunca, Óscar puso cara de chulo seductor desde el segundo uno en que empezó la sesión de fotos. Primero, hice fotos a la pareja con ellos colocados frontalmente, semitumbados en la hierba, que era tal y como estaban cuando los había interrumpido. Luego llegó el momento en que comencé a dar mis indicaciones ordenando:

-Muy bien, Óscar, ahora abraza a tu chica, colocándole ese brazo por encima de la cintura, así…

Óscar me obedecía, pensando seguramente en que era el mejor haciendo de modelo. No lo hacía mal, pero yo estaba más ocupado en captar lo que me interesaba que en valorar ese tipo de dotes profesionales. En general, hacía fotos del conjunto de los dos, aunque de vez en cuando usaba el zoom de la cámara de mi móvil para acercarlo a las suelas de las zapatillas de deporte Nike de Óscar, encaradas hacia mí, y así hacerle fotos en primer plano de sus grandes pies calzados. A medida que pasaba el tiempo y yo hacía fotos, mi corazón palpitaba más rápido porque era consciente de que estaba llegando el momento de comprobar si mi plan funcionaba. Era la parte más delicada y debía intentar mostrar naturalidad y no parecer ni un salido ni un pervertido en ningún momento. Sería difícil porque mi lascivia iba creciendo. Pero debía controlar mis emociones y con un tono neutro inicié aquello que tenía planeado en mi mente y dije:

-Ahora sentaos bien, chicos. Óscar, pásale a Vane la mano por la mejilla. Con la palma no, con el reverso, como si la acariciaras, sin dejar de abrazarla con el otro brazo, así… Mantén la posición, no os mováis. Mirad a cámara.

El crédulo y predispuesto Óscar me seguía haciendo caso y realizó todos los movimientos que le indicaba junto a Vane. Así, logré que el chaval mantuviera las manos ocupadas y empecé de nuevo a hacer fotos, algunas, claro está, con zoom incluido. También de vez en cuando puse el móvil en modo vídeo para grabar un rato el movimiento pero, básicamente, me centré en seguir haciendo fotos como si fuera todo un profesional. Hubo un instante en que a Óscar se le escapó la risa y me exclamó con toda confianza y desfachatez:

-¡Ja, ja!! ¡Qué cabrón! Seguro que quieres que ponga a la Vane cachonda, eh?

El que me estaba poniendo cachondo era yo con solo pensar en que ya apenas quedaba nada para intentar lo que deseaba hacer con tanta ansia… Sin embargo, todavía tuve que reírle las gracias a Óscar y contestarle:

-¡No, que va, ja, ja! Solo os estoy indicando posturas románticas y de enamorados, que es lo que sois. Y ahora miraros manteniendo la postura y continuo haciendo fotos…

Y Vane, a la vez que miraba a Óscar mientras él la miraba también a ella, exclamó en voz alta con mucho amor propio:

-Chaval, ya sabes que hace falta mucho más que una caricia para ponerme cachonda.

Óscar sonrió y bajó la mirada unos instantes hacia abajo para señalar así las partes íntimas de su chica. Y a continuación, subiendo otra vez la mirada, Óscar respondió con una sonrisa pícara:

-Sí, ya lo sé, joder. ¡Ja, ja!

Ya tenía suficiente de aquel diálogo de quillos salidos y les indiqué:

-Ahora volved a mirar a cámara, manteniendo la misma postura de abrazados y tú, Óscar, continuando con esa mano sobre la cara de Vane, acariciándola o como si lo hicieras, mejor dicho. Quietos.

Mi mejor actuación se inició enseguida. Todavía realicé unas cuantas fotos pero de pronto, me hice el pensativo mirando el conjunto de la parejita. Sentía que el corazón me iba a salir del pecho porque era el momento de la verdad, de arriesgarlo todo. Sin disimulo, contemplaba a la pareja de novios en silencio para que se dieran cuenta, fijando la vista en los pies descalzos de Vane y después en los grandes pies de Óscar calzados en aquellas zapatillas de deporte Nike y en aquellos calcetines blancos de algodón marca Adidas. Y entonces, rompí el silencio y anuncié en voz alta acercándome más a la parejita:

-No sé, hay algo que falla y que podría mejorar las fotos. Mantened la postura así, chicos. Estáis perfectos. No os mováis que no quiero perder el hilo.

Pero yo sí que me moví. Me acerqué más y más a Óscar y me agaché delante de él simulando naturalidad y un estado neutro. Sin embargo, por dentro ya me estaba entrando un cosquilleo de excitación. Dejé el móvil por un rato tirado en la hierba y con mis manos libres alcancé las zapatillas de deporte Nike que calzaban los pies de Óscar y empecé a desatar los cordones explicando:

-Tu novia está descalza, lo que le hace adquirir una apariencia de naturalidad y de contacto pleno con la naturaleza. Creo que es eso lo que falla, que no vais a juego. Así que te voy a sacar las zapatillas de deporte y los calcetines, Óscar. Saldrás mejor en las fotos con los pies descalzos, más natural. Tú quieto. Ya te descalzo yo porque tú has de seguir con las manos ocupadas manteniendo la postura. Quiero repetir las mismas fotos contigo descalzo exactamente en la misma posición que tenéis.

Ya está, ya lo había dicho, con toda la normalidad que pude. El temor estaba presente en mi interior por la posible reacción de Óscar. Por primera vez, el chico había perdido la sonrisa y parte de la seguridad que demostraba, ya que lo había invadido la sorpresa y también lo que interpreté como algo de rubor. De hecho, a la par que ya le terminaba de desatar ambos cordones blancos de las zapatillas de deporte Nike, Óscar me comentó intentándose recuperar un poco de la sorpresa inicial:

-Joder, chaval, pareces un hippy greñoso de esos con el rollo de la naturaleza. Pero mientras solo me quites las zapas y los calcetines… ¡Ja, ja!!

El macarra de Óscar se lo había tomado mejor de lo que esperaba. Cuando un hetero hace broma con que lo podrían desnudar, es que ni se imagina que tiene ante él a un chico gay deseoso de hacerlo en el fondo. Si no, ni sacaría el tema o se podría haber puesto violento si se da cuenta de que aquello de descalzarlo tiene algún tipo de connotación sexual. Pero al final pareció que al duro y sofisticado Óscar no le importaba en exceso que otro tío se encargara de quitarle unas piezas de vestir, aunque solo eran de sus pies. Por mi parte, ya estaba haciendo presión por el cálido talón derecho de Óscar para que saliera la primera zapatilla de deporte Nike de su pie cuando su novia Vane intentó fastidiarme un poco, aunque fuera inconscientemente, anunciando:

-No te convendría quitarle las zapas y los calcetines a éste. ¡Le huelen muchísimo los pies, ja, ja!

Aquel comentario podría haber abochornado a Óscar y truncarme a mí los planes, impidiendo que finalmente lo descalzara. Por suerte, Óscar era lo bastante pasota y estaba lo suficientemente seguro de sí mismo como para responderle a aquella choni:

-¡Anda, cállate, guarra! ¿O le cuento lo de aquel fin de semana que empalmaste de botellón en botellón y lo que menos te olía eran los sobacos?

Ofendida, Vane se limitó a sentenciar:

-¡Eres un idiota!

Y así volvió a reinar el silencio y yo tranquilamente le pude acabar de sacar a Óscar la primera zapatilla de deporte Nike, la del pie derecho. Inmediatamente le saqué también la zapatilla de deporte Nike del pie izquierdo y la dejé a un lado, sobre la hierba, junto a la otra. Desde luego que Vane tenía parte de razón. Tan buen punto los pies de Óscar quedaron en calcetines, sin el resguardo de las zapatillas de deporte Nike, un ligero aroma-hedor a pies sudados me fue a parar a la nariz. Tampoco era excesivamente intenso pero mi pene se empezaba a trempar, y más cuando observé atentamente aquellos pies en calcetines de Óscar. En efecto, los pies de Óscar se seguían viendo bastante grandes, aunque no eran tan exageradamente grandes como había pensado al principio por las suelas del calzado. Lo que sí que me maravilló sobremanera e hizo que mi pene no cesara en su empeño de presionar mi ropa interior y mis pantalones fue el aspecto que tenía la tela blanca de algodón de aquellos calcetines Adidas que cubrían ahora en exclusiva los pies de Óscar. Y es que por la zona de las plantas de ambos pies se podían observar unas manchas grisáceas de sudor a lo largo de las dos telas, sobre todo sobre las zonas abombadas de más allá de los puentes, justo antes del nacimiento de los dedos. Igualmente, era todo un espectáculo darse cuenta de que incluso esas manchas grisáceas llegaban más arriba y habían dejado marcadas la forma de los dedos de los pies de Óscar en los calcetines. Aquello era todo un gozo y no pude aguantar un segundo más y procedí a quitarle también los calcetines a Óscar: necesitaba ver ya aquellos olorosos pies masculinos totalmente desnudos y al descubierto.

Mis dedos rozaron los tobillos y parte de la piel de las pantorrillas de Óscar, bajo los pantalones de chándal Adidas, y pude notar que el chico no se depilaba las piernas. Pero me centré en lo que realmente me interesaba y bajé primero la tela del calcetín derecho, dejando el pie derecho de Óscar ya desnudo y a continuación procedí empezando a bajar la tela del calcetín izquierdo comentándole a Óscar:

-Tienes unos pies bastante grandes, Óscar. ¿Qué pie calzas?

Y a la vez que ya le había quitado del todo el calcetín del pie izquierdo (el segundo) y se quedaba ya por fin totalmente descalzo, Óscar me contestó con aire pasota:

-Un 44, creo.

Por mi parte, dejé depositados los dos calcetines sucios de Óscar sobre sus zapatillas de deporte Nike y por fin pude dedicarme a observar atentamente y en detalle mi preciado premio. Los pies descalzos de Óscar eran efectivamente bastante grandes, sobre todo si los comparaba con los piecesitos de Vane. Además, eran tirando a alargados (nada de rechonchez), cosa que me encantaba. Se notaba que el chico no andaba mucho descalzo o en chancletas porque se le veían unos pies pálidos en comparación con la piel de los brazos y de la cara. Las venas se marcaban muy masculinamente por los empeines de esos pies de Óscar y si me fijaba mucho, podía comprobar cómo la marca de la tela de ambos calcetines se notaba sobre la vulnerable piel desnuda de cada pie. Me conmoví por ello y seguí repasando con la mirada aquellos pies. En la zona central de los empeines, en línea recta con los dedos gordos, descubrí que Óscar tenía algo de vello moreno, no muy abundante y exagerado. Eso sí, ese poquitín de vello no se reproducía sobre los dedos gordos de cada pie ni sobre ningún otro dedo, como sí había visto en otros casos. Y hablando de los dedos de los pies de Óscar, éstos se veían tan grandes, largos y jugosos…, y hasta los dedos pequeños de aquellos pies se veían tan grandes y apetecibles… Los dedos gordos de cada pie eran los que llegaban más lejos en altura y luego todos los demás los seguían en forma de escala decreciente perfecta. Las uñas de los dedos de los pies de Óscar, sorprendentemente, eran perfectas en su totalidad: de un color natural, sin rastro de golpes ni imperfecciones, y bien cortadas y cortas. Una de mis manías es fijarme en la forma de las uñas de los dedos gordos de los pies de los chicos, en su perímetro. Algunas tienen una forma anormalmente estrecha o alargada pero la forma de las uñas de los dedos gordos de los pies de Óscar era bien cuadrada (sin ser tampoco chata) y, en definitiva, también perfecta.

Desde mi posición, claro, también pude admirar las plantas de los pies descalzos de Óscar. Eran suculentamente grandes, desde luego, y en ninguna de ellas se veía ningún tipo de callosidad, pellejo, herida u otra imperfección: eran como si pertenecieran a los grandes pies sudados de un bebé en ese sentido. Por las zonas abombadas -después de los puentes bien definidos- y por los talones, había un tono más rojizo que en el resto de la piel de aquellas plantas de los pies, ya que el sudor y el encierro en el calzado deportivo y los calcetines habían hecho mella. Por ello y como es normal, incluso unos cuantos hilitos de algodón se habían quedado adheridos en la piel y las arruguitas a lo largo de la totalidad de ambas plantas de los pies de Óscar, llegando también a las zonas de entrededos. Y yo, maravillado por lo que había logrado y descubierto, di un paso más anunciando:

-Espera, que te quito los hilos de algodón que han quedado en las plantas de tus pies, Óscar, para que todo salga bien en las fotos.

Y sin dar tiempo a una respuesta, la palma de mi mano tocó y acarició con movimientos rápidos ambas plantas de los bellos y masculinos pies de Óscar. En éxtasis y con mi pene a punto de eyacular, iba notando en mi mano el tacto suave, cálido y húmedo de sudor de aquellos olorosos y perfectos pies pertenecientes al macarra de Óscar. Desde luego que no me podía creer haber conseguido ir tan lejos y entonces, con mis dedos, aún terminé de expulsar algún hilillo de algodón más tanto de las plantas de los pies de Óscar como de entre los dedos de esos pies. Adrede, rasqué un poco con mi uña en esos últimos movimientos y provoqué que Óscar arqueara los dedos de sus pies descalzos en una especie de espasmo o repelús. Y con una sonrisa le dije:

-Tienes cosquillas en los pies, ¿eh Óscar?

Y Óscar, sin darle demasiada importancia, me contestó:

-Sólo un poco.

Sabía que ese “solo un poco” significaba un “sí, tengo muchas cosquillas”, pero me lo tuvo que corroborar Vane riendo y afirmando:

-Uy, el Óscar…, tiene muchas cosquillas, y también en los pies. Si no tuviera que quedarme quieta le haría una cuántas. ¡Ya verás, prueba, prueba…, a ver si puede mantener la postura, ja, ja!!

No me lo podía ni creer. Su propia novia me estaba incitando a hacerle a Óscar cosquillas en los pies. Era una oportunidad que no me podía dejar perder, a pesar de que la cara de Óscar había pasado a estar seria y a la vez alterada. Y entre la indignación y el temor, Óscar gritó:

-¡Eres una mala puta, Vane!! ¡Y a ti ni se te ocurra hacerme cosquillas o te pego una patada!

Se había creado un ambiente tan cordial y de confianza, gracias sobre todo al desparpajo y al morro de Óscar desde que me había presentado a él y a su chica, que me atreví a pesar de las advertencias. Y sin dejar de sonreír, puse mis dedos sobres las dos plantas sudorosas de los pies desnudos de Óscar y empecé a rascar y a rascar exclamando:

-¡Cuchi, cuchi, Óscar! ¡A ver esas cosquillas en los pies! Pero mantén la postura, ¿eh?

-¡JA, JA, JA, JA!!! ¡JA, JA, JA, JA!!! ¡Para, joder…! ¡Mierda!!- protestó Óscar riendo a carcajada limpia y arrugando las plantas de los pies al arquear los diez dedos por el contacto cosquilloso con que yo lo agasajaba.

Pero aunque iba a parar enseguida, al no querer abusar y hacer que el chico se enfadara y se cerrara en banda, tampoco me dio tiempo a parar por mí mismo. Y es que Óscar, tal y como había amenazado, pegó una patada al aire con la pierna derecha y la planta de su pie casi rozó mi nariz. Me tuve que apartar para que no me diera pero para mi disfrute, pude ver y oler por segundos y de muy cerca la planta desnuda del pie derecho del histérico Óscar. Fue como si casi me fuera a pisar con ese pedazo pie y el olor a pie sudado fue igualmente inolvidable y desde luego que embriagador.

-¡Tranquilo, tranquilo, Óscar!- empecé a decir quitándole hierro al asunto –Lo siento. Ya iba a parar, solo era una broma. Venga, vamos a lo serio y continuemos con la sesión de fotos.

Óscar se relajó. Lo pude ver en su cara y así la sangre no llegó al río. Yo recogí el móvil de encima de la hierba y le hice unas cuantas fotos a Óscar y a Vane en la misma posición que les había indicado, es decir, con Óscar abrazando a Vane con un brazo y acariciándola con la otra mano. La única diferencia es que ahora, para mi placer, Óscar estaba descalzo encarando las plantas desnudas de sus pies hacia mí, libres de hilitos de algodón y recién cosquilleadas. Por supuesto, hice trabajar el zoom de la cámara de fotos para acercarlo en exclusiva a las plantas de los pies descalzos de Óscar y hacer mis propias fotos más que secretas. También puse el modo vídeo y recorrí aquellas bellas plantas de los pies del descalzado Óscar, desde los talones y recorriendo cada arruguita, cada centímetro de piel hasta sobrepasar los puentes perfectos y las zonas abombadas y acabar en las bolitas jugosas y apetitosas que conformaban los dedos de los pies desde esa perspectiva de las plantas. No me olvidé tampoco de simular que quería hacerles alguna foto de espaldas, de ellos mirando el paisaje, para así en realidad colocarme detrás y hacer fotos y vídeos de los empeines y las bonitas y bien cuidadas uñas de los pies descalzos de Óscar. Acto seguido, de nuevo frente a la parejita, tragué saliva y me arriesgué una vez más explicando:

-Esperad, que hay que estar en todos los detalles en mi profesión. Falta un poco de hierba en los pies de los dos y volver a hacer unas fotos frontales en esta postura. No te preocupes, Óscar, que no te voy a hacer más cosquillas. ¡Ja, ja!

Y después de esas palabras, arranqué unas cuantas briznas de hierba y las pasé primero por las pequeñas plantas de los pies de Vane, para disimular. Luego, me centré en lo que deseaba: volver a tocar y a acariciar las plantas de los pies descalzos de Óscar, aunque fuera de manera disimulada. Y con un puñado de hierba en mi mano, la fui esparciendo a lo largo de los talones rojizos, sobre los puentes y sobre las zonas abombadas de aquellas plantas desnudas de los pies de Óscar. Claro está, como había hecho con Vane en forma de “penitencia”, ahora también pasé la palma de la mano sobre la sensible piel de aquellas plantas de los pies del chico para repartir mejor las briznas de hierba por ellas. De ese modo pude volver a sentir el tacto cálido, suave y deliciosamente húmedo por el sudor de aquellas plantas de los pies desnudos de Óscar. Y mientras lo hacía, el chico duro, Óscar, me amenazó más o menos en serio exclamando:

-¡Como me vuelvas a hacer cosquillas, esta vez te vas a llevar un puñetazo en todo el careto, chaval!

Y yo, acabando de poner unas cuantas briznas de hierba sobre los dedos gordos de los pies de Óscar y acariciándolos disimuladamente con las yemas de mis dedos, le contesté a Óscar en tono serio y tranquilizador:

-La broma ya acabó, Óscar, tranquilo. Nos vamos a dedicar a la sesión de fotos y punto. No te haré más cosquillas, tranquilo.

Hice unas cuantas fotos más y jugué también un poco más con el zoom y el modo vídeo del móvil. Después, pude comprobar que Óscar se había creído mi discurso en un mayor grado, ya que no rechistó cuando les ordené a él y a Vane:

-Ahora, chicos, poneros boca abajo sobre la hierba, con los brazos cruzados en reposo haciendo de almohada y descansando vuestras cabezas sobre ellos, como si estuvierais durmiendo. Podéis cerrar los ojos y todo, si queréis, aunque no se verán.

Óscar se movió estirando los músculos, encantado de poder cambiar la postura, pero se me quejó alegando:

-¡Oye, colega, así no se nos verán las jetas!

Desde luego que el vanidoso y chulo de Óscar quería que todos lo vieran bien y lo reconocieran en carteles gigantes. Por ello, lo tranquilicé explicando:

-No te apures, Óscar. Habrá fotos de todo. Éstas son de relleno para los folletos, no serán para las de los carteles. En esas sí que se verán bien las caras. Y ahora venga, poned las cabezas allí y los pies y las piernas aquí, cerca de mí, bien estirados. Haré fotos desde este ángulo.

Mi intención era tener los pies desnudos de Óscar a mi lado y a merced de mis acercamientos y mis miradas lujuriosas, sin que él tuviera campo de visión. Sería el momento en que, sin saberlo, el chico estaría más vulnerable y más expuesto a mí, ya que me daría la espalda. Ya se me estaba haciendo la boca agua a medida que Óscar y Vane se posicionaban tal y como les había indicado, boca abajo y reposando la cabeza sobre los brazos, ocultando la cara y el sentido de la vista. La postura tenía que llegar a ser perfecta, así que para asegurarme les ordené arriesgándome a hablar demasiado de “pies”:

-Muy bien, quiero los pies de los dos bien estirados y relajados, así…

Y es que quería tener un campo de visión completo de los diez jugosos y grandes dedos de los pies de Óscar, que no se apoyaran y sujetaran en el suelo como si estuviera haciendo abdominales sino que estuvieran bien estirados reposando sobre la hierba. Y de hecho lo logré. Ahora las plantas de los pies desnudos de Óscar se mantenían de cara a mí, esta vez con los talones en la parte alta y los dedos de los pies sobre la hierba, con las jugosas bolitas mirándome en forma de escaparate y con las zonas abombadas de las hermosas plantas de esos pies llenándose de nuevas arruguitas por la ligera contracción forzada que tenían que hacer aquellos grandes pies masculinos en aquella postura boca abajo. Mi pene se convulsionaba y estaba viviendo una auténtica fiesta, ya que en aquellos momentos yo me sentía “el amo”, el que lo controlaba todo, al tener a Óscar descalzo en aquella postura tan sumisa y vulnerable. Además, de paso, podía observar por primera vez la forma del sensual trasero de Óscar bajo aquellos pantalones de chándal Adidas. El chico tenía el culo bien formado, redondeado y con el tamaño ideal para desear pellizcarlo, agarrarlo, palparlo… Desde luego que aquello yo no lo podría hacer, pero había otras cosas que en aquellos instantes sí que podría intentar al tener a la parejita tumbada boca abajo y siendo incapaz de verme. Por eso, me aseguré una coartada y mentí a Óscar y a Vane comentándoles:

-Bien, chicos, ahora voy a proceder a haceros las fotos. Sobre todo no os mováis… Estaos bien quietos con la cabeza y el cuerpo en esa posición.

E inmediatamente, miré hacia todos los lados para asegurarme de que nadie en el parque me veía y, como un rayo, recogí una de las zapatillas de deporte Nike de Óscar que reposaban sobre la hierba. Era la del pie izquierdo del chico. Sin perder ni un segundo, me acerqué a la nariz aquella zapatilla de deporte Nike y esnifé profundamente su interior. Y oh, el interior de la zapatilla de deporte Nike de aquel quillo chulo y prepotente a partes iguales olía a sudor puro, a encierro y a queso apetitoso típico de un chaval joven. No me pude estar y mirando de reojo a Óscar y a Vane, bien quietos e incapaces de verme, agarré también los dos calcetines blancos de algodón marca Adidas de Óscar y me los envolví por la nariz, para olerlos y esnifarlos también en profundidad. Aquello era una delicia olfativa para mí, ya que incluso fui moviendo los calcetines de Óscar para localizar los lugares donde estaban las manchas grisáceas de sudor y poder así olerlas detenidamente. Desde luego que el olor de aquellos calcetines sucios pertenecientes al machote de Óscar era tirando a fuerte, con solo un ligerísimo toque de queso rancio combinado con muchísimo toque de queso “joven” y suavemente apetitoso olfativamente que me volvía loco y encabritaba a mi miembro. De hecho, me había puesto tan cachondo que no dudé en arriesgarme todavía más. Por eso, volví a dejar la zapatilla de deporte Nike y los dos calcetines sobre la hierba y me apresuré a agacharme ante los pies inertes y en posición de sumisión del macarra de Óscar. De nuevo, me aseguré de que nadie me viera y fui moviéndome a cuatro patas, de forma sigilosa, hasta estar bien cerca de las plantas de aquellos grandes pies desnudos y sensuales pertenecientes a ese chico duro y confiado, Óscar. Entonces, tomé aire y valor, con el corazón yéndome a cien por el temor de ser descubierto, y empecé a esnifar y a oler muy de cerca y agachado las plantas jugosas de aquellos pies descalzos tan masculinos y bellos. De ese modo, mi nariz casi pudo rozar la piel de las vulnerables y suaves plantas de los pies desnudos de Óscar y mi vista se pudo recrear teniendo aquellos trofeos apetitosos en un primerísimo primer plano. El olor que emanaba de las plantas de los pies de Óscar, y que yo olfateaba y esnifaba lo más silenciosamente que podía, era muy parecido al que había detectado en los calcetines sucios del chaval, solo que ahí en los pies era ahora algo más disipado y atenuado. Mi pene estaba en rebelión, dando espasmos y empujones bajo mi ropa interior, al oler de nuevo aquel hedor a sudor y, en definitiva, a queso “joven”, aunque en esta ocasión lo hacía desde la fuente misma de su nacimiento: los pies descalzos de Óscar. Incluso sentí la necesidad de intentar lamer, chupar y besar las plantas desnudas de aquellos pies tan hermosos pertenecientes al machote de Óscar. Me tuve que contener, claro, por cuidar mi integridad física... Y fue difícil, sobre todo cuando mi nariz esnifó por último las dos bolitas que conformaban los dedos gordos de aquellas amplias plantas de los pies de Óscar, teniéndome que agachar al máximo para poder hacerlo.

Acto seguido, ya me levanté y me dispuse a hacer las fotos que había prometido. Pero de nuevo pareció que la fortuna se ponía de mi lado. Y es que a lo lejos vi a un hombre mayor con un perro suelto a su alrededor. Era un perro de pelaje marrón, de orejas algo caídas y de raza indeterminada. Por su manera de correr hacia todas partes, deduje que era un perro muy joven, casi un cachorro aunque fuera de un tamaño mediano, y enseguida se me encendió la bombilla. A pesar de que el perro y su amo estaban bastante lejos de nosotros y de que el cánido nunca se acercó, de mi boca salieron casi impulsivamente las siguientes palabras:

-¡Eh, perrito, fuera, no te acerques! Y vosotros, Óscar y Vane, no os mováis, que ya me encargo yo de ahuyentarlo. Solo es un cachorro juguetón. ¡Fuera, fuera!

Al haber pronunciado la palabra “cachorro”, Vane hizo ademán de levantar la cabeza, cosa que provocó que tuviera que insistir gritando:

-¡Quieta, Vane!! ¡Quietos los dos, que de verdad no hay peligro y ya casi estoy con esta serie de fotos en esta posición!

Lo que tenía en mente era lo más arriesgado que nunca había hecho y podía salir muy mal. El miedo se apoderó de mí y casi me echo para atrás. Pero no, una ocasión como aquella no se presentaba dos veces y la tenía que aprovechar. Así que lo más rápido que pude me volví a agachar ante las grandes y apetitosas plantas de los pies descalzos de Óscar y les di un lengüetazo, recorriéndolas en diagonal casi desde el nacimiento de los dedos hasta los talones. Y a pesar de que me llevé a la lengua alguna brizna de hierba, la sensación fue genial: aquellos pies masculinos tan suaves sabían a gloria, con cierto gusto a salinidad combinado con algo más neutro-aséptico (agradable, eso sí) que se me quedó en la boca durante largo rato. Y al haber notado mi lengua en las plantas de sus pies descalzos, Óscar movió los dedos de los pies en un gesto reflejo de repelús mientras que yo me tuve que apresurar en levantarme y en alejarme hacia atrás volviendo a exclamar al mismo tiempo:

-¡Venga, perrito, fuera de aquí!! ¡Fuera, fuera!

Tuve el tiempo justo porque Óscar no tardó en levantar la cabeza y, con el ceño fruncido, me preguntó intentando mirarme girando el cuello:

-¿Qué cojones ha sido eso?

Y yo, con una sonrisa en la cara, señalé hacia donde estaba el perro y respondí con toda la naturalidad y sangre fría que pude:

-Ha sido aquel perro. Ha pasado por aquí como una bala y te ha lamido las plantas de los pies, Óscar. Se ha ido enseguida. Lo siento, ya has oído que he intentado alejarlo.

Al oír aquello, Vane levantó también un poco la cabeza y se echó a reír comentándole a su novio entre carcajada y carcajada:

-¡Ja, ja, ja!! Pues se ve que al chucho no le ha gustado mucho el sabor de tus pies, Óscar. ¡Ja, ja, ja!! Míralo qué lejos va ya, lo debe haber asustado el peste de esos pies. ¡Ja, ja, ja, ja!!

Como si no escuchara a su chica pero lejos de serenarse, Óscar, muy serio y malhumorado, refunfuñó en voz alta a la par que golpeaba levemente el suelo con la punta de los dedos desnudos de su pie derecho:

-¡Puto perro baboso…! Y tú, colega, a ver si acabamos ya esto, que me quiero ir a fumar un piti.

Parece que mi treta coló y mi lamida a las sensuales plantas de los pies descalzos de Óscar pasó por el vulgar lengüetazo de un pobre perro. Sin embargo, era consciente de que el macarra de Óscar se empezaba a cansar de aquella sesión de fotos y por eso, le tuve que decir para apaciguarlo:

-Tranquilo, Óscar, os hago un par de fotos más en esta posición, os indico dos o tres poses más y ya está. No estaremos más de dos minutos, lo prometo. Ahora, volved a agachar las cabezas como antes.

Y por fin, hice las fotos que correspondían a aquella posición, una vez que la parejita volvió a reposar sus cabezas sobre los brazos cruzados, tumbados boca abajo. Como no, el zoom y el modo vídeo también fueron los protagonistas esta vez a la hora de inmortalizar los bonitos pies descalzos de Óscar desde aquella perspectiva de las plantas a la inversa, con los dedos sobre la hierba y los talones en lo alto sin tocar el suelo. Luego, me encargué de darles a Óscar y a Vane una nueva orden indicándoles:

-Ahora doblad las rodillas y levantad los pies hacia arriba, como si os hubiera pillado relajados moviendo las piernas arriba y abajo. Pero vosotros mantened las piernas quietas, arriba, que no salgan las fotos movidas.

Tanto Óscar como Vane lo hicieron. Doblaron las rodillas y elevaron los pies hacia arriba. Con ello, los pantalones de chándal Adidas de Óscar se arremangaron por sí solos un poco de lo holgados que eran, mostrando los tobillos ligeramente robustos del chico y parte de las pantorrillas, que efectivamente tenían algo de vello moreno y se veían bien musculadas-tonificadas. Aunque yo por mi parte fui directo a la faena y a mi principal interés y pude recrearme un poco más haciendo fotos con zoom y grabando vídeos de las plantas de los grandes pies desnudos de Óscar, esta vez posicionadas como si esperaran que una bandeja se les pusiera encima. Además, esas fotos e imágenes me salieron mejor que las de la anterior tirada, ya que ninguna brizna de hierba se interponía en el campo de visión y podía dejar plasmados para la posteridad los diez dedos de los pies del descalzado Óscar en su totalidad y esplendor al estar ahora elevados en el aire sin tocar el suelo.

Quizá me quedé embobado largo rato contemplando atentamente aquellos apetecibles dedos y también cada arruga, cada poro y cada centímetro de la piel perfecta y sudada de las plantas desnudas de los pies de Óscar porque el chico, en un tono de voz que me recordó lejanamente al de un crío impaciente, me preguntó:

-¿Falta mucho, chaval?

Y dando la vuelta y posicionándome ante las cabezas de Óscar y Vane, respondí:

-Ya casi está, Óscar. Ahora mantened las cabezas levantadas aguantándoos con los codos, ahí tumbados boca abajo y mirad a cámara con una sonrisa. Ah, y cruzad las piernas pero manteniéndolas así en el aire, con los pies arriba. Éstas serán las últimas fotos. ¡Además, se os volverán a ver las caras, ja, ja!!

Ante estas nuevas indicaciones y mi promesa de terminar ya, Óscar pegó un resoplido exagerado pretendiendo mostrarme su cansancio e impaciencia sin miramientos ni educación. Pero hizo exactamente lo que le ordené, al igual que Vane, y ambos cruzaron las piernas y los pies desnudos en el aire (cada uno por su parte, no entre sí, claro). Como si se tratara de un gran actor, Óscar pasó del resoplido y de una cara seria a otra que mostraba la mejor de sus sonrisas, aunque entre dientes me comentó con insolencia:

-¡Ya te vale, tronco, tanta foto!

Tampoco consideraba que hubiera hecho tantas fotos y si el macarra de barrio descalzado por mí no se hubiera empezado a impacientar como los críos, todavía podría haber alargado la sesión de fotos con más poses que tenía en mente. Pero lo que había logrado ya era mucho y de una alta calidad fetichista, así que realicé esa última tanda de fotos, inmortalizando primero el conjunto de la parejita (como se suponía que debía ser) para luego centrarme otra vez en las plantas de los pies descalzos de Óscar mediante el zoom y el modo vídeo.

-¡Ya está, chicos! ¿Veis como no ha sido eterno?- anuncié entonces en voz bien alta y alegre.

Sin embargo, en mi interior ya estaba sintiendo nostalgia. Y es que Óscar se apresuró a levantarse de la hierba, al igual que Vane, y casi se despidió al mirarme y decir manteniéndose allí derecho con sus grandes y bellos pies descalzos:

-Bueno, colega, espero que la pasta gansa la ganemos nosotros. Nos la merecemos después de tanto rollo. Así que elegidnos, ¿eh? ¡Y ahora me piro por fin a fumar!

-Veré lo que puedo hacer…- empecé a contestar, pero tuve el impulso de usar el móvil de nuevo y hacer algunas fotos improvisadas más de los empeines de los pies desnudos de Óscar allí de pie sobre la hierba –¡Esperad un momento, que hago dos o tres últimas fotos bien rápidas!

E hice las fotos a pesar del nuevo resoplido que escuché y a continuación contemplé con tristeza como Óscar recogía ya sus calcetines blancos de algodón marca Adidas y se los iba poniendo, haciendo desaparecer primero la punta de los dedos de cada pie, con sus uñas más que perfectas, junto con la totalidad de esos empeines tan masculinos, un poco paliduchos, repletos de venas marcadas y con algo de vello moreno en la parte central. Vane también se iba poniendo sus bailarinas y quiso ser educada explicándome:

-Este Óscar tiene un mono que te cagas con el tabaco. No le eches mucho en cuenta que te haya metido prisas y se haya puesto así.

Pero a mí me importaba un pimiento lo que aquella choni me contara. Mi corazón se estaba entristeciendo sobremanera al contemplar como ahora Óscar se iba poniendo las zapatillas de deporte Nike, una vez que los calcetines sucios de algodón ya habían entrado en sus grandes pies. Y es que probablemente ya no volvería a ver en directo aquellos pies desnudos pertenecientes al macarra de Óscar, tan masculinos, hermosos y suculentos... Eso sí, me quedaban las fotos y los vídeos, y el recuerdo, para masturbarme con lo que había logrado ver, tocar y saborear aquella gloriosa tarde.

-¡Bueno, colega, espero la pasta! ¡Llámame!- interrumpió Óscar mis pensamientos nostálgicos una vez hubo terminado de atarse los cordones de las zapatillas de deporte Nike que ya acababan de ocultar sus pies de nuevo, junto con los calcetines Adidas que yo tan profundamente había olido y esnifado…

Hubiera deseado tener a Óscar descalzo durante toda una eternidad…, y hacer mucho más con él. Pero me tuve que conformar con chocar la mano que me ofrecía el ahora de nuevo animado Óscar en plan garrulo para después verlo marcharse junto a Vane a toda prisa, bien calzado en aquellas zapatillas de deporte Nike y en aquellos calcetines blancos de algodón Adidas.

Días después llamé al número de móvil que Óscar me había dado y le hice saber que lo de la campaña de promoción de los parques y zonas verdes de la ciudad se había cancelado por falta de presupuesto. Óscar no se lo tomó muy bien, ya que esperaba cobrar la pasta por lo de aquella tarde. Pero en fin, tenía que poner alguna excusa al chaval para explicar por qué no vería nunca carteles y folletos bajo el slogan “Parques y zonas verdes. Vívelos y disfrútalos”. Quizá otro día me atrevería a volver a llamarlo para que hiciera de modelo para mí con cualquier otra excusa, quién sabe. Y quizá esa vez sí que le pagaría algo por su trabajo. Y es que Óscar entero y, sobre todo, sus bellísimos y sensuales pies merecían un buen pago simplemente por existir.

Al fin nueva historia lista. 'Jóvenes pies masculinos en el parque'

Como había comentado ya en algún foro, desde hacia tiempo tenía una fantasía en mente. Mi intención era escribir un microrelato con esa fantasía. Pero ya me debería conocer a mí mismo y he ido escribiendo y escribiendo... y al final me ha salido un relato algo más largo que el de "Feethausen: chicos guapos, esconded vuestros pies". Incluso en este nuevo relato hay opiniones mías un tanto filosóficas sobre el mundo de los pies masculinos y heterosexuales y sobre algunos vídeos que circulan por la red de forma generalizada.

Necesitaba un pequeño descanso de la saga "Garra Rufa" y escribir sobre esta fantasía, que ya tenía ganas. Así que espero que el relato de ficción "Jóvenes pies masculinos en el parque" os guste y que me mandéis vuestros comentarios y opiniones. Hasta pronto.

domingo, 4 de mayo de 2014

Garra Rufa (Tercera parte.2)

Entonces, Lester “Papi Garra Rufa” Sadowski no perdió ni un segundo y soltó el miembro en erección de Jared MacAlister. Tan solo lo hizo para introducírselo de nuevo en la boca, impregnado y todo de semen. De esa manera, el viejo Sadowski saboreó y degustó el semen tibio que había surgido del interior de aquel pene a modo de geiser en plena emanación. Y con los puños apretados, el desnudo Jared MacAlister volvió a revolverse y a intentar soltarse de las esposas y del cinturón de halterofilia que lo condenaban a estar inmovilizado sobre aquella cama de matrimonio. Pero no había nada que hacer y el joven Jared MacAlister todavía tuvo que aguantar que Lester Sadowski le chupara y charrupara el pene durante un buen rato, para finalmente sacárselo de la boca y proseguir con la cata. Y es que no conforme aún con lo acometido, Papi Garra Rufa lamió de nuevo a lo largo del pene de Jared MacAlister, de arriba abajo y de abajo a arriba, esta vez para acabar de limpiar y tragarse los restos de semen que todavía quedaban en él.

-¡Cabronazo de mierda…! ¡Me las vas a pagar, te odio!!- le gritó Jared MacAlister a su secuestrador, recuperando algo más de intensidad en la voz.

-¡Te odio, te odio!- empezó a repetir y a burlarse Lester Sadowski de su prisionero, pasando a su vez un dedo por encima de los últimos rastros de semen que todavía se resistían a desaparecer del pene –¡Creo que te vendrá bien un poco de “medicina”, Jared “pies apestosos”!

Y con el dedo con semen en alto, Lester “Papi Garra Rufa” Sadowski se acercó a la cara del indefenso Jared MacAlister y le cogió y arrugó los mofletes hacia adelante con la otra mano.

-¡Nooo!!! ¡Déjame, déjame!!- rogó Jared MacAlister a duras penas con la boca y los labios oprimidos en forma de boquita de pez semiabierta.

Pero el viejo Lester Sadowski estaba decidido a castigar y humillar todavía más a su prisionero. De modo que sin soltarle las mejillas al forzado Jared MacAlister, el viejo Garra Rufa le acercó el dedo de la mano libre repleto de restos de semen a la boca y le ordenó muy serio:

-¡Venga, Jared “pies apestosos”! ¡Chúpame el dedo y prueba tu semen, vamos! Está muy rico, así que chupa… ¡Chupa!!

El indefenso Jared MacAlister movió la cabeza hacia los lados todo lo que pudo y se trató de resistir asqueado y muy agobiado ante aquella nueva exigencia enfermiza de su brutal secuestrador.

-¡Por favor, no! ¡Noo!!- suplicó como pudo el acorralado Jared MacAlister.

Y en ese instante, Lester “Papi Garra Rufa” Sadowski perdió la paciencia y, más amenazante que nunca, le advirtió al tozudo Jared MacAlister:

-Si no me chupas el dedo ahora, bien chupado y sin ningún tipo de mordisco ni cosa rara, te tendrás que atener a las consecuencias, chavalote. ¿Es que quieres que coja las tijeras y empiece a hacerte rajas por la polla para después cortártela, eh? ¿O prefieres que te abra a tijeretazo limpio el escroto para sacarte las pelotitas y ponértelas de collar? Haré las dos cosas si no me obedeces, créeme. ¡Así que no te resistas y chupa!

Así, mediante amenazas, Lester Sadowski logró finalmente lo que buscaba. Temeroso y tembloroso, Jared MacAlister alcanzó el dedazo con semen que le ofrecía Papi Garra Rufa y lo chupó con profundo disgusto. El joven Jared MacAlister cerró los ojos asqueado mientras probaba obligado su propio semen y la áspera piel de aquel viejo energúmeno. Hacía varios segundos que el pene de Jared MacAlister se había ido relajando y ahora, ya se encontraba prácticamente lacio y en reposo. Unas cuantas lágrimas brotaron de nuevo de los ojos cerrados del denigrado Jared MacAlister, que chupaba con desgana y a ratos aquel dedo asqueroso.

-¡Más rápido, va! Quiero más chupadas a mi dedo y más rápido!- le exigió entonces el viejo Sadowski a su prisionero Jared MacAlister manteniéndole los mofletes agarrados para que siguiera con la boca abierta y en posición.


Y acelerando un poco el ritmo, no demasiado, Jared MacAlister todavía tuvo que chupar el dedo de Lester Sadowski durante un rato más. De hecho, hasta que Papi Garra Rufa no soltó las mejillas del chico, éste no se pudo liberar de aquella penosa tarea. Y una vez el viejo Sadowski tuvo el dedo bien alejado de la boca del conmocionado Jared MacAlister -y además, bien limpio de semen-, no dudó en felicitarlo cruelmente y con sorna diciéndole a la par que le daba un par de cachetitos en la mejilla izquierda:

-¡Muy bien! ¡Bien hecho, Jared! Perfecto. Sí, has estado perfecto en el chupeteo de mi dedo, como una verdadera “putilla”. Así me gusta. ¿Verdad que estaba bueno tu semen?

Unos restos resplandecientes de semen quedaron sobre la mejilla izquierda del enmudecido Jared MacAlister. Y gracias a ello, Lester Sadowski recordó que se le había manchado su manaza de semen por más partes, no solo por el dedo. De modo que, mientras se empezaba a chupar y a relamer el canto de su áspera manaza para degustar lo que quedaba en ella del semen del joven Jared MacAlister, Papi Garra Rufa siguió hablando en voz alta exclamando de muy buen humor:

-¡Vamos, Jared, contesta!!! ¿Qué pasa? ¿Se te ha comido la lengua el gato? Bueno, ambos sabemos que al menos yo sí te he comido bien la polla… y esos pies hermosos y enormes…, y otras cosas, machote.

Jared MacAlister apretó los puños y no dejó de mirar fijamente al viejo Sadowski mediante sus penetrantes ojos verdes. Su mirada era de odio y de furia contenida, pero sin embargo el humillado y forzado Jared MacAlister quiso seguir en silencio. Lester “Papi Garra Rufa” Sadowski comprobó cómo incluso los grandes y sensuales pies descalzos de su prisionero Jared MacAlister no se movían. Ni tan siquiera se arqueaba ni uno solo de aquellos suculentos dedos de los pies del chico.

-¡Oh, Jared “pies apestosos”, estás muy tenso!- empezó a decir Lester Sadowski acercándose de nuevo al pie de la cama de matrimonio –Necesitas que te cuide esos pies preciosos un poco más… ¿Verdad que sí?

Y sentándose ya en su hueco del pie de la cama de matrimonio, Lester “Papi Garra Rufa” Sadowski alcanzó de nuevo los pies desnudos de Jared MacAlister y los fue masajeando a la vez, haciendo semicírculos con sus dedazos sobre la piel suave y vulnerable de las plantas de aquellos enormes pies del chico. El inmovilizado Jared MacAlister iba notando como en esta ocasión los ásperos dedos del viejo Sadowski oprimían con más fuerza la superficie de las plantas de sus pies descalzos. Por ello, el joven Jared MacAlister se fue sintiendo más y más incómodo, ya que aquella presión ahora rozaba el dolor. Y si lo que Lester Sadowski pretendía era que su prisionero acabara hablando, lo consiguió porque el chico, el agobiado Jared MacAlister, le gritó de pronto en un tono de voz entre suplicante y furioso:

-¡Para ya, joder!! ¡Me haces daño en los pies! ¡Ya me has hecho de todo! Por favor, déjame ir… ¡¿Qué más quieres?!!!

Más que nunca, el viejo Sadowski pensó que Jared MacAlister era un iluso y un bobo: después de aquel llanto minutos antes, resulta que el chico se había olvidado que le había anunciado que se lo iba a follar hasta reventarlo…; y claro, aquello tenía que ser por detrás… Pero no, Lester Sadowski llegó finalmente a la conclusión mental de que el chaval, Jared MacAlister, solo estaba intentando generarle lástima para que lo soltara. Y ni mucho menos lo haría, ni en broma, aunque ahora pareciera que su joven víctima había dejado de insultarlo. Era todo un detalle, desde luego, y Lester “Papi Garra Rufa” Sadowski también tendría un detalle con él: de momento no le recordaría ni le anunciaría que le iba a dar por culo. Como al ganado que está a punto de entrar al matadero, ahora a Lester Sadowski le interesaba mantener a Jared MacAlister relativamente tranquilo, porque necesitaba algo de su empeño para la siguiente parte de su plan. Y por ese motivo, y de sopetón, el viejo Sadowski cambió los algo brutales y dolorosos toqueteos a los pies desnudos de Jared MacAlister por una sesión de cosquillas.

-¡Noo!! ¡Por favor, no!! Mierda…, cosquillas no… ¡Para, joder!!- empezó a quejarse el pobre Jared MacAlister muy alterado al mismo tiempo que notaba como los dedazos de ambas manos de Lester Sadowski le recorrían las vulnerables plantas de sus pies descalzos a toda velocidad –¡Para…, para!! ¡Ja, ja, ja, ja!! ¡Ja, ja, ja, ja, ja!!!

Por primera vez dentro de aquella maldita casa, Jared MacAlister había empezado a reír a carcajada limpia, sin poderlo evitar, y su cuerpo se retorció como nunca intentando soltarse de sus amarraduras. Y los pies desnudos del joven Jared MacAlister no eran una excepción en aquel movimiento frenético: se iban arqueando y arrugando a medida que Lester Sadowski iba recorriéndolos con sus manazas cosquilleadoras.

-¡Vaya, vaya…, Jared! ¡Qué descubrimiento…! Parece que tienes muchísimas cosquillas en los pies- inició un nuevo discurso Lester Sadowski mientras que ahora cambiaba de sistema y con una manaza agarraba los diez dedos de los pies descalzos de Jared MacAlister y con la otra seguía con las frenéticas cosquillas –Ahora no dirás que te hago daño… Puedes estar bien contento, chavalote.

Con el nuevo sistema, ahora los pies cosquilleados de Jared MacAlister se mantenían más inmóviles, ya que el viejo Sadowski impedía así que se movieran demasiado hacia los lados o que arquearan los jugosos dedos. De verdad que Lester Sadowski estaba disfrutando de aquello y más cuando oía y veía al desesperado Jared MacAlister reírse a pleno pulmón y mostrando sus dientes blancos en todo su esplendor. De hecho, el fuera de sí Jared MacAlister apenas podía hablar de forma coherente y de su boca sólo salían risas y balbuceos que decían:

-¡Ja, ja, ja, ja!!! ¡Para…, ja, ja, ja!!! Para…, no puedo soportarlo, paraaa!!! ¡Joder…!! ¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja!!! Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja!!! ¡Déjame los pies…, joder!! ¡Ja, ja, ja,ja!!! ¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja!!!

La cara de Jared MacAlister estaba roja como un tomate y el sudor le caía por la frente. Coincidía con el hecho de que Lester “Papi Garra Rufa” Sadowski notaba que los pies desnudos de Jared MacAlister estaban cada vez más cálidos y húmedos: las frenéticas cosquillas los estaban haciendo sudar de lo lindo. Aquello encantaba al viejo Sadowski, que además le había encontrado bien el punto y ahora sabía que la parte de las plantas de los pies del joven Jared MacAlister que tenían más cosquillas era la más blanquecina: la de justo por encima de los talones, la más blandita y que coincidía perfectamente con el puente de ambos pies. La zona del nacimiento de los dedos de los pies de Jared MacAlister también daba sus frutos en forma de carcajadas más intensas, pero desde luego que la zona de los puentes -tensada gracias a que Lester Sadowski le agarraba la punta de los dedos y evitaba así que se contrajera y arrugara- era la parte más cosquilluda y sensible de ambos pies descalzos del secuestrado y desnudo Jared MacAlister. Sin embargo y pese a lo bien que se lo estaba pasando, Lester “Papi Garra Rufa” Sadowski decidió que ya era suficiente y que debían ir por “faena”. Así que tan repentinamente como empezaron, las cosquillas a las plantas de los pies desnudos del joven Jared MacAlister pararon y Papi Garra Rufa se olió la mano con la que le había agarrado al chico la punta de los dedos de los pies. Era increíble cómo aún le podían oler tanto los pies descalzos y sudorosos a Jared MacAlister. Lester Sadowski se maravillaba de ello al comprobar cómo en su manaza había quedado impregnada más que nunca una peste característica a pies de joven postadolescente. Pero después de aquella esnifada a su manaza, Lester “Papi Garra Rufa” Sadowski fue al grano en lo referente a sus propósitos más inmediatos y anunció a Jared MacAlister con toda la naturalidad del mundo:

-Bien, ahora que estás un poco más despejado, Jared “pies apestosos”, es hora de que pasemos a la siguiente fase. Sí, llegó el momento, vas a follarte a mi hija Irina.

Aquello era de locos: Jared MacAlister -aún jadeando y resoplando por el esfuerzo de resistencia realizado en la sesión de cosquillas a sus ahora, efectivamente, más que sudados pies descalzos- no se lo podía ni creer. ¿De verdad que, después de todo lo ocurrido, ahora aquel viejo pervertido le estaba exigiendo aquello? Era algo demencial y, con los ojos verdes abiertos como platos y la boca entreabierta de la sorpresa, Jared MacAlister solo fue capaz de pronunciar en un primer momento:

-¿Qué??

Entonces, comprobando divertido la estupefacción de su prisionero, Lester Sadowski terminó por aclararle con una sonrisa siniestra:

-Sí, Jared. ¿No es lo que querías, cabroncete? Te vas a follar a la puta de mi hija Irina. Te la vas a follar hasta que la dejes embarazada, chaval. Quiero que le hagas un hijo, un varón. Me gustan tus genes de machote y se los vas a transmitir a mi futuro nieto.


CONTINUARÁ

3, 2, 1... Nueva entrega del relato de ficción 'Garra Rufa'

Bien, me ha costado pero al fin estoy en condiciones de publicar una nueva entrega de la narración "Garra Rufa". Se trata del último fragmento de la tercera parte, así que será un poco más corto que el de la anterior entrega.

Espero que lo disfrutéis. He intentado que, aunque corto, sea un fragmento intenso y con variedad de formas de erotismo combinadas con pornografía. Como veréis, no es la última entrega ni mucho menos, ya que tengo previsto escribir como mínimo una cuarta parte, también publicada en subpartes. Ya llevo 47 páginas de word y eso me lleva a que deba concentrarme más para que el relato siga siendo coherente, je, je. Deseo estar lográndolo al menos un poco.

Por último, solo me queda daros las gracias por vuestros mensajes. Me animan mucho y me ayudan a seguir escribiendo y mantener la responsabilidad de seguir publicando, claro, e intentar deleitaros ni que sea una pizca. Gracias también a Marquez77 que, como otros, me ha mandado algún correo. Lo he visualizado tarde, Marquez, pero cuando lo intenté contestar, por algún problema técnico el servicio de mail me lo devolvió sin enviar. Bueno, espero que tú y los demás tengáis paciencia para conocer el final de "Garra Rufa". Seguid aportando vuestros comentarios, aportaciones, opiniones sobre qué debería pasar a continuación, valoraciones sobre qué os parece el relato, etc. Me encanta recibirlas tanto en el blog y el correo y ya os digo que me animan muchísimo.

Nada más, 3, 2, 1... Ahí va la Tercera parte.2 de "Garra Rufa".