lunes, 3 de mayo de 2010

¡Pies descalzos en mi casa..., Brandon! (Segunda parte)

Aquellas cosquillas en mi lengua que producían las uñas de los dedos gordos de los pies desnudos de Brandon Tucker acabaron por enternecer mi corazón, si cabe esta expresión después de la violenta situación que habíamos vivido los dos. Y es que Brandon Tucker, inconsciente boca abajo sobre la moqueta blanca de mi sala de estar-recibidor, me estaba generando ya tanto placer con sus grandes y sensuales pies descalzos que…, me saqué ambos dedos gordos de sus dos pies de la boca e inicié una sesión de dulce besuqueo. Mis labios se posaron sobre los talones rosados de las plantas de aquellos pies desnudos y tiernos de Brandon Tucker y fueron subiendo en diagonal y hacia arriba, besando cada arruga más blandita que la anterior, entreteniéndose en las zonas abombadas más allá de los puentes de ambas plantas desnudas y terminando en cada una de las bolitas que formaban cada uno de los diez dedos de los pies de mi indefenso Brandon Tucker desde aquella perspectiva visual de sus pies centrada en las plantas. Luego, como no, chupé los cuatro dedos de cada pie descalzo de Brandon Tucker que me quedaban por catar: todos, desde el dedo pequeño hasta el segundo de cada pie…, todos menos los dedos gordos que ya había saboreado segundos antes.

A todo esto, me acordé de la herida en la cabeza que le había provocado a Brandon Tucker y comprobé realmente su gravedad. Por suerte, era una herida poco profunda que ya apenas sangraba, aunque al principio había impregnado de rojo mi moqueta blanca…, ¡y de qué manera! Por ese motivo me envalentoné a dar la vuelta al cuerpo de Brandon Tucker. Así, panza arriba, pude observar como Brandon Tucker respiraba normalmente y, sobre todo, como se mantenía fuera de este mundo con sus ojos cerrados y con su cara –ahora- de angelito indefenso y ajeno a todo lo de su alrededor: inconsciente en definitiva. ¡Con la guerra que me había dado aquel chico duro de Brandon Tucker cuando estaba consciente…, gracias a su orgullo, a su prepotencia, a su masculinidad y a ese radar especial homofóbico que me había demostrado al yo terminar de descalzar sus pies de sus zapatillas de deporte Adidas blancas y con detalles rojos y de sus calcetines grises! Pero en aquellos instantes Brandon Tucker ya no se podía defender y estaba descalzo para mí placer…, ¡je, je!

Ante la nueva posición del cuerpo inerte de Brandon Tucker, boca arriba, me centré de nuevo en observar sus pies desnudos con atención, para reflexionar con detenimiento sobre esa “belleza” antes oculta. Me fijé en nuevos detalles, como que Brandon Tucker tenía los dedos gordos de sus pies un poquito más altos que los demás (y siguientes), formando de esta manera una escala decreciente en altura hasta llegar a los dedos pequeños: los más bajos en altura. Entonces, con mis manos, toqueteé cada uno de los dedos de los pies descalzos de Brandon Tucker, doblándolos para revisar su flexibilidad y, sobre todo, su vulnerabilidad. Aunque, claro, los resquicios no están de más y empecé a acariciar por entre cada uno de los dedos de los pies de mi Brandon Tucker. Y por lo que noté al palpar, no había rastro de heridas abiertas ni de jugos entre los dedos de los pies de Brandon Tucker: la piel estaba bastante seca -pese a los rastros de mi saliva-, lisa y sin pellejos (como sí había en otras zonas de las plantas de esos pies), y solo saqué de allí, de entre los deditos, algún hilo gris de calcetín muy remolón o alguna motita-pizquito de suciedad incrustadísima. Erecto como estaba, no pude evitar el hecho de sonreír al pensar en el más difícil todavía… Dejé de palpar los espacios de entrededos, abrí la boca tanto como pude, me agaché mucho más, mucho más y… Ummm! ¿Qué había pasado? Pues que primero me metí en la boca la totalidad de los cinco dedos del pie derecho de Brandon, Tucker, no sin cierta dificultad. Chupé y charrupé, notando algo de vello y también algo el inicio de la zona abombada siguiente al nacimiento de los dedos y por lo tanto el roce de los pellejitos que ahí se formaban. Y lógicamente, cuando me cansé de jugar al modo ogro o coco (“¡Qué te como, qué te como el piecete!”) con los dedos y la parte superior del pie derecho desnudo de Brandon Tucker, hice exactamente lo mismo metiéndome con mucha gula su pie izquierdo –por la parte superior, claro- en la boca. La sensación de poder era enorme para mí, sí…, y el gustito al saborear el pie izquierdo descalzo de Brandon Tucker fue el mismo que al degustar su pie derecho, pese a que quizá en este izquierdo noté menos pellejitos bailando en mi paladar.

Y efectivamente, la sensación de poder, el dominio del que gozaba… fue lo que me llevó al final a levantar la mirada y a alejar la boca de aquel suculento pie izquierdo de Brandon Tucker que ya había más que probado. Ahora, mi centro de atención era el cuerpo entero, tumbado boca arriba, del durmiente Brandon Tucker. ¿Por qué? Porque sí, porque yo tenía el poder y debía llegar más allá…, mucho más allá ahora que podía. Brandon Tucker era mi juguete y SÍ, con los pies descalzos -tan solo- ya no bastaba y por ello lo iba a desnudar por completo.

Me enternecí de nuevo por lo que iba a hacer a continuación y por ello me tuve que precipitar hasta estar bien pegado al rostro “dormido” de Brandon Tucker, bajando acto seguido desde la punta de su nariz hasta su sensual boca. De esta manera observé y olfateé los labios voluptuosos del inconsciente Brandon Tucker, pareciéndome que de ellos se desprendía algo de aroma a fresa del chicle que le había obligado a tirar antes y que (casi seguro) era el mismo que él había robado previamente del paladar de su chica Giselle. No me pude contener y entonces besé con énfasis enfermizo los labios de Brandon Tucker, una acción que sin duda a él hubiera horrorizado y enfurecido si hubiera estado consciente… Menos mal que Brandon Tucker no estaba consciente y pude disfrutar de aquel morreo intenso y extasioso, cosa que no sería lo peor que le haría considerando que el chico era un prepotente y encantador macho heterosexual calientavaginas. Y cuando mis labios abandonaron los labios de Brandon Tucker, mis manos se pusieron manos a la obra con premura y mucha lujuria.

Empujé los brazos inertes de Brandon Tucker hacia arriba al tiempo que le quité su camiseta azul fuerte de manga corta. En el instante en que aquella camiseta salía ya de la cabeza de Brandon Tucker, mis ojos se posaron primero en sus axilas, bien depiladas al igual que lo estaba (depilado) el torso desnudo que también se me revelaba. Y de hecho, mi segundo punto de fijación fue el torso al descubierto de Brandon Tucker, tan largo y a la vez musculado…, tan bronceado, con aquellos pectorales apetecibles y bien marcados, aquel ombligo tan bello y mono y, sobre todo, aquella tableta de chocolate tan y tan perfecta que se formaba en sus trabajados abdominales. A pesar de que los fornidos brazos de Brandon Tucker habían vuelto a caer sobre la moqueta blanca por la fuerza de la gravedad, no me pude estar de levantar primero uno y después el otro para besar y lamer cada una de sus axilas. Sabían a gloria y paralelamente sentía en mi nariz el olor a sudor masculino mezclado con colonia y desodorante que desprendían tanto esas axilas como el torso entero a la intemperie del indefenso Brandon Tucker. Aquello, sin duda, sí que era conocer a Brandon Tucker a fondo: sus olores corporales se iban posando en mi nariz e incluso disfruté más cuando abandoné sus axilas y mis labios y mi olfato se centraron en su fuerte y bien formado torso. Besé y después lamí los pectorales bien suaves de Brandon Tucker, sintiendo a la vez su respiración, y además le chupé –con movimientos de succión en mi boca- sus bonitos y sensuales pezones. ¡La piel del torso desnudo de Brandon Tucker estaba tan cálida! El olor a sudor revuelto con un punto de colonia me acompañaba ahora por mi recorrido por el vientre perfecto y esculpido de Brandon Tucker. Mi lengua repasó con detenimiento aquella tableta de chocolate nacida en los abdominales de Brandon Tucker y mis manos y mis labios no tardaron en complementar aquel contacto tan íntimo mediante, como no, caricias y besos. Entonces, queriendo olfatear algo más fuerte y sabiendo dónde podía conseguirlo, metí un dedo de mi mano en el interior del ombligo de Brandon Tucker y hurgué bien en él. Así, una vez sacado el dedo del ombligo de Brandon Tucker, me lo acerqué a la nariz y conseguí esnifar un hedor intenso a sudor rancio. A continuación, mi mirada calenturienta bajó de ese ombligo y se dirigió hacia los pantalones tipo tejanos color salmón que el pobre Brandon Tucker inconsciente llevaba puestos y sonreí a la par que me fijaba en el hecho de que ya podía entrever el borde blanco de la parte superior de unos calzoncillos Calvin Klein, puestos a la moda hasta un poco más arriba de donde llegaban los anchos pantalones por la parte superior.

Desabroché el botón metálico y bajé la cremallera de aquellos pantalones tipo tejanos color salmón a Brandon Tucker. Luego me coloqué entre las piernas de Brandon Tucker y me las subí a los hombros. ¿Por qué lo hice? Porque quise tener los grandes…, uhm…, enormes pies descalzos de Brandon Tucker sobre mis hombros para así como mínimo verlos de reojo y sentir de cerca el rastro que se mantenía a peste a pies cerca de mí (lo echaba de menos) mientras que con mis manos me dedicaba a bajarle… y bajarle los pantalones hasta que le quedaron a la altura de los tobillos y de mi barbilla. Claro está que en ese instante tuve que bajar los pies desnudos y las piernas de Brandon Tucker de mis hombros para así acabar de sacarle los pantalones tipo tejanos color salmón. Y una vez fuera los pantalones, saliendo por esos pies grandes y bonitos que me volvían loco, me di cuenta que de alguno de los bolsillos habían caído las gafas de sol que Brandon Tucker utilizaba para resaltar su imagen de chulo-guaperas. Sin perder tiempo y con un rápido movimiento recogí aquellas gafas de sol de diseño ultramoderno y me las guardé en mi propio bolsillo. Actué tan velozmente en eso debido a que ya no me interesaba nada más que no fuera mirar el cuerpo en calzoncillos de Brandon Tucker. Mis ojos repasaron los tobillos algo robustos –aunque no demasiado- de Brandon Tucker y también sus piernas fibrosas y con un vello dorado y poco abundante que apenas se notaba. Pero sobre todo, mi vista se regocijó al detenerse en los calzoncillos boxers Calvin Klein que Brandon Tucker llevaba y que, por cierto, realmente eran negros pero con un borde blanco en la parte superior donde figuraba el nombre de la marca en letras pequeñas y negras. ¡Y oh Dios! El “paquete” que se marcaba bajo los calzoncillos de Brandon Tucker abultaba…, ¡y mucho!

Mi corazón iba a cien y mi miembro no se quedaba impasible pero…, me quería reservar lo mejor para el final y por eso empecé a palpar los tobillos y las rodillas de Brandon Tucker como si fuera un médico haciéndole una revisión a aquel espécimen después del partido de básquet que había jugado aquella tarde. También acaricié los muslos del indefenso Brandon Tucker, sintiendo aquella ligera vellosidad sin depilar. Mis labios, como no podía ser de otra manera, también probaron en forma de besos la piel cálida de las musculadas y largas piernas de Brandon Tucker. Y entonces ya estuve totalmente dispuesto y subí mi cabeza hasta la entrepierna de Brandon Tucker cubierta por aquellos boxers negros con borde blanco. Mi nariz olisqueó aquella entrepierna…, aquella tela negra de los calzoncillos boxers de Brandon Tucker. Lo hice para demostrarme a mí mismo que aquel chico prepotente y guaperas, Brandon Tucker, era humano e imperfecto. Y sí, aunque me costó mucho, efectivamente detecté algo de olorcillo a pipí en aquellos boxers de Brandon Tucker. Me sonreí y con las manos un poco temblorosas y observando el rostro inconsciente del pobre Brandon Tucker, le quité bien velozmente esos calzoncillos. Los tiré lejos, sobre la moqueta blanca –eso sí-, y de esta manera, con sus genitales masculinos al aire, ya tuve a Brandon Tucker totalmente desnudo: como su mami lo trajo al mundo.

El pene de Brandon Tucker estaba lacio y algo decantado hacia la derecha. Yo no perdí la oportunidad y me dispuse a observar aquel miembro detenidamente. Por ese motivo agarré con la mano el pene inerte de Brandon Tucker y lo levanté, alejándolo del escroto sobre el que reposaba y también de la mata de vello rubicundo que lo rodeaba. Entonces, una vez palpado bien, abrí la mano y mantuve el pene de Brandon Tucker en mi palma para casi pensar en voz alta sobre lo gratamente sorprendido que estaba. Había escuchado que los chicos con pies grandes tenían también un miembro grande pero aquello era demasiado bonito para ser verdad… A pesar de estar tan lacio, muerto… y, en definitiva, no erecto, el pene de Brandon Tucker se veía tan grande…: desde luego superaba de sobras la media en tamaño y proporciones. Incluso me costaba imaginar como sería aquel largo -y algo grueso- pene de Brandon Tucker en las ocasiones en que estaba en su total plenitud, es decir, erecto y cachondo. ¡Guau, sería un verdadero espectáculo! Pero en fin, no lo podía comprobar… Lo que sí que pude hacer es palpar a continuación el blando escroto de Brandon Tucker con la otra mano, continuando así mis tocamientos de “doctor morboso”. Gracias a ello pude notar los graciosos y vulnerables testículos de Brandon Tucker que se ocultaban bajo aquella bolsa escrotal. Pronto terminé y paré de tocar –dicho vulgarmente- “los huevos” a Brandon Tucker. Sin embargo, en mi otra mano permanecía el enorme pene del inconsciente Brandon Tucker… Y ahora me relamí, posicioné mis dedos pinceando (o agarrando) la base del pene de mi indefenso Brandon Tucker y, al fin, me lo puse en la boca estirándolo bien hacia arriba. Con aquel pedazo de pene de Brandon Tucker en mi boca, disfruté como si fuera un bebé. Me pasé el miembro de Brandon Tucker de un lado al otro de la boca, sabiendo que si tuviera un espejo me vería ahora un moflete y ahora el otro bien hinchado por la presión de lo que me había metido. Mis labios hacían movimientos frenéticos masajeando el pene de Brandon Tucker, cuya “cabeza” estaba casi en mi paladar y acariciaba mis mucosas ensalivadas y mi lengua. Parecía, desde luego, como si yo fuera un niñito de pañales babeando y charrupando desesperadamente su chupete. Fue tan divertido y excitante… Es gracioso que hasta me diera pena nostálgica cuando finalmente me saqué el pene de Brandon Tucker de mi boca para dejarlo de nuevo sobre su escroto y sobre el vello dorado de alrededor.

El colofón estaba a punto de llegar. El pene de Brandon Tucker seguía lacio como en el inicio, sí, pero en aquel instante estaba bien babeado. ¿Se podía considerar ya aquello una violación a Brandon Tucker? Si la respuesta era “no” (lo menos probable), daba igual porque lo que vendría ahora SÍ que lo sería en toda regla. Me apresuré a dar la vuelta a Brandon Tucker como si se tratara de un cochinillo a la parrilla y, de ese modo, tuve de nuevo aquel cuerpazo –desnudo esta vez- boca abajo y dándome la espalda. De hecho, al acabar aquella larga y varonil espalda de Brandon Tucker, empezaba el “contenedor” de mi próxima perversión: su trasero. El culo al descubierto de Brandon Tucker era bien redondito y voluptuosamente “sobresaliente”, considerando que no era para nada un pandero plano. Además, aquel culo de Brandon Tucker estaba bien duro y ejercitado, cosa que pude comprobar al palpar con mis propias manos sus cachetes y darme cuenta de que no estaban fofos. Con uno de mis dedos, le quité a Brandon Tucker un flequito blanco de moqueta que se había despegado y se le había metido por la parte superficial de la raja del culo. A continuación, inspeccioné la herida de la cabeza de Brandon Tucker y supe que ya no había sangre de por medio. Por eso me levanté presuroso y agarré el cuerpo desnudo de Brandon Tucker por los brazos para así arrastrarlo hasta el sofá. Cuando llegué a destino, coloqué la cabeza, el torso y parte de la cintura de Brandon Tucker sobre el asiento del sofá boca abajo: el mismo asiento donde habían estado subidos sus pies descalzos. De esta manera, con soporte suficiente, solo me quedó poner bien de rodillas al inconsciente e indefenso Brandon Tucker y con las piernas separadas. La gracia estaba en que ahora Brandon Tucker tenía su culo en pompa de cara a mí... Aunque, otra vez, me puso caliente el hecho de ver las plantas de los pies desnudos de Brandon Tucker tan arrugadas por aquella pose de “Toy” a punto de ser penetrado. Sí, penetrado…, pero por el momento me agaché, casi arrastrándome, y pegué un lengüetazo en cada planta de los pies descalzos de Brandon Tucker: desde las bolitas que formaban los dedos de esos pies -desde aquella perspectiva- hasta los suaves talones rosados.

Luego ya me puse en posición -también de rodillas y entre sus piernas abiertas- ante el trasero en pompa de Brandon Tucker. De nuevo estaba tan excitado y tembloroso…, porque iba a desvirgar al machote de Brandon Tucker analmente. Primero, quise olfatear el ojete del culo de Brandon Tucker y así lo hice. Pasé mi nariz por la raja del culo de mi víctima Brandon Tucker y esnifé a fondo. Me costó mucho identificar un lejano hedorcillo a caca de tan limpio que Brandon Tucker tenía su culete…, pero lo identifiqué. Y con ello, ya no esperé más y me bajé los pantalones y los calzoncillos. Mi miembro permanecía erecto desde hacía rato, aunque ya había sufrido diversas empalmadas desde que Brandon Tucker se iba quedando sin prendas en mi casa (gracias a mí, claro). No pasó apenas ni un segundo y ya al fin metí el pene por el culo de Brandon Tucker. Si se hubiera despertado…, je, je! Mi pelvis se movió furiosamente delante y detrás, delante y detrás, delante y detrás…, mientras que con mis manos agarraba y retorcía cada uno de los cachetes del culo de Brandon Tucker. Él, Brandon Tucker, seguía inconsciente, ajeno a todo y como tenía que ser. Y yo, muy gustosamente, terminé mi penetración a Brandon Tucker corriéndome dentro de su culo. ¿El resultado? Cuando saqué mi pene húmedo de semen, el ojo del culo de Brandon Tucker, ya no virgen, estaba enrojecido al igual que ambos cachetes a los que yo había pellizcado con tanto frenesí.

Jadeé y me tumbé sobre la moqueta, todavía sintiendo un orgasmo de máximo placer. Acto seguido me subí los calzoncillos y los pantalones, abrochándomelos, y me levanté de la moqueta. Mi mente ya estaba maquinando el siguiente paso cuando cogí en brazos el cuerpo desnudo e inconsciente del violado Brandon Tucker. Lo cogí en brazos como si fuera una novia la noche de su boda o una damisela en apuros. Fue a drede porque seguro que el varonil Brandon Tucker nunca había sido “mimado” o humillado de aquella manera al igual que seguro que nunca había estado en una situación de vulnerabilidad tal ante un pervertido sexual como yo, y todo por haberse querido pasar de listo conmigo aprovechándose de mis conocimientos en InDesign. Me tambaleé porque realmente aquel saco de músculos de Brandon Tucker, que además era más alto que yo, pesaba como el plomo. Y con dificultad, crucé la sala de estar-recibidor y subí las escaleras que llevaban al piso de arriba con Brandon Tucker en porretas y en mis brazos. El tacto del trasero de Brandon Tucker sobre mis manos y la visión de su pene lacio y de sus pies descalzos apuntando con los largos dedos inertes hacia el suelo aminoraban todo el esfuerzo que estaba haciendo para transportarlo, cuando podría habérmelo cargado a mis hombros como si se tratara de un saco de patatas. La cuestión es que no quise hacerlo y no me arrepentí de ello a pesar de las pegas. Y de ese modo, no sin sufrir, llegué al cuarto de baño del piso de arriba y dejé el cuerpo desnudo del inconsciente Brandon Tucker en el frío suelo para así poderme dedicar a abrir y regular los grifos de la bañera.

El agua cayó hasta llenar la mitad de aquella bañera. Entonces, cerré los grifos y comprobé que el agua estuviera bien tibia. Sabía que con lo que me disponía a hacer de forma inminente, Brandon Tucker se podía llegar a despertar…, pero estaba dispuesto a correr ese riesgo. Cogí al pobre Brandon Tucker en pelotas otra vez en brazos y lo metí dentro de la bañera sin miramientos. Brandon Tucker era tan alto y aquella bañera tenía las proporciones tan limitadas que cuando quise estirar sus largas, fuertes y un “pelín” velludas piernas, tuve que dejar sus pies descalzos y parte de sus pantorrillas colgando fuera del borde de la bañera. Mejor…, porque mientras que la mitad del cuerpo de Brandon Tucker -a partir de los pectorales- quedaba hundido en el agua, sus enormes pies desnudos se mantenían bien al alcance de mi vista al estar fuera de esa agua que, por cierto, se había enturbiado ligeramente. Hice una mueca divertida al cotejar que aquella larga jornada de universidad y baloncesto había hecho mella en el cuerpazo ahora desnudo de Brandon Tucker. Pero yo lo lavaría, y con mis propias manos.

Sin manoplas de por medio, me eché jabón en las manos y empecé a refregar por los pectorales, las axilas y los musculosos brazos de Brandon Tucker. Acto seguido, hundí medio brazo y aunque el jabón se desprendía en el agua y no directamente sobre la piel sumergida, acaricié y refregué los abdominales, el pene, el culo (incluida la raja) y el inicio de las piernas de Brandon Tucker. No paré ahí y me llené de nuevo las manos de jabón y esta vez me centré en refregar el bonito rostro y la cabeza de Brandon Tucker, a pesar de la herida que había en esta última. Mi objetivo en la cabeza de Brandon Tucker era muy simple: despeinarlo por completo. Y lo logré. Gracias a mi insistencia con ambas manos, el cabello rubio de Brandon Tucker quedó aplastado y ya no de punta, y además con un tacto mucho más suave al yo disolver con el jabón líquido los restos de gomina o fijador. Brandon Tucker era mi “Toy”, mi jueguete…, y me encantó acabar con su peinado punki-sofisticado y desenfadado, robándole más -si cabe- los signos de su personalidad y autonomía. Aunque hay algo que me encantó todavía más… Fue cuando refregué, a continuación, con mis manos enjabonadas los pies descalzos de Brandon Tucker y noté cómo algunos pellejos de las zonas abombadas de las plantas de esos pies se reblandecían tanto que terminaban desprendidos en mis yemas. Y así, finalmente y masticando pellejitos mojados de las plantas de los pies desnudos de Brandon Tucker, cogí el mango de ducha y dejé salir el agua templada de él. Con ello, enjuagué la cabeza, la cara, los pectorales, las axilas y los brazos de Brandon Tucker: todas aquellas partes enjabonadas de su cuerpo desnudo y que habían permanecido fuera del agua. Lo mismo hice con los pies descalzos de Brandon Tucker: enjuagarlos detenidamente con el mango de ducha para quitarles todo el jabón de encima, aunque de esa manera empapé parte del suelo del cuarto de baño.

Diez minutos más tarde, entré en el dormitorio de mis padres con el cuerpo desnudo –pero ya seco- de Brandon Tucker en mis brazos. Lo eché sobre la cama de matrimonio de mis padres y fui a buscar una cámara de fotos y un trípode. Y una vez colocada la instalación fotográfica delante de la cama, me tumbé al lado del cuerpo en porretas de Brandon Tucker y le puse sus propias gafas de sol, que guardaba en mi bolsillo. De esa forma, Brandon Tucker parecía que estuviera consciente y en plenas facultades, aunque en realidad siguiera inconsciente. ¿Y cuál fue la finalidad de todo aquel montaje? Pues besar los labios y agarrar el pene inerte de Brandon Tucker mientras que la cámara de fotos, sobre el trípode y en el modo automático, nos iba retratando para el recuerdo. Sería una buena forma de chantaje para cuando Brandon Tucker se despertara desnudo en aquella cama de matrimonio…

4 comentarios:

  1. jooo que pena que no lo ataste y secuestraste

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  3. este cuento fue bueno, pero se aleja un poco de la podofilia, no creo que fuera necesario agredirle sexualmente, pero la historia fue sexy. buen trabajo, pero creo su poduieron haber explotado más los pies sin tanta violencia - como los de Jason - o sexo - como los de Aniol. ñ.ñ

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  4. Lo hubiese asesinado y cortado sus pies, ese habría sido un giro interesante. También creo que pudiste explotar más el recurso de los pies; me habría gustado una descripción algo más amplia del perpetrador; pero en general fue bastante bueno, me hizo alcanzar el orgasmo un par de veces.

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